Sociedad post-pandemia

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6 de mayo de 2020
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12:41 am
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Sociedad post-pandemia

Déjame que te cuente…

José María Leiva Leiva

Es un sentimiento casi generalizado que el estilo de vida que conocíamos hasta ahora no volverá jamás. De hecho, para poder combatir con éxito a esta enfermedad viral, es indispensable cambiar en forma radical nuestra forma de hacer las cosas. Los más doctos dicen que “se trata del inicio de una forma de vida completamente diferente… como vivir en una pandemia permanente”, donde probablemente tendríamos “mejores sistemas sanitarios, con unidades de respuesta ante pandemias, capaces de actuar rápidamente para identifi car y contener brotes antes de que empiecen a propagarse, y con la capacidad de aumentar rápidamente la producción de equipos médicos, kits de prueba y medicamentos”.

Una de estas personalidades es Gideon Lichfi eld, director de la “MIT Technology Review”, que en su análisis sobre el tema, se refi ere, en primer lugar, al impacto negativo que esta apremiante situación supone para todos aquellos negocios que dependen de juntar a grandes cantidades de personas: “restaurantes, cafeterías, bares, discotecas, gimnasios, hoteles, teatros, cines, galerías de arte, centros comerciales, ferias de artesanía, museos, músicos y otros artistas, centros deportivos (y equipos deportivos), lugares de conferencias (y organizadores de las mismas), cruceros, aerolíneas, transporte público, escuelas privadas, guarderías”. “La paralización -dice-, de tantas empresas y medios de vida será imposible de manejar. Y el estilo de vida confi nado durante períodos tan largos, simplemente no es sostenible”. “Entonces, se pregunta, ¿cómo podremos vivir en este nuevo mundo? Para ello, tendremos que adaptarnos.

¿Cómo? “los gimnasios podrían empezar a vender máquinas para casa y sesiones de entrenamiento online, por ejemplo. Veremos una explosión de nuevos servicios en lo que ya se ha denominado como la “economía confi nada”. También se puede esperar el cambio en algunos hábitos: menos viajes contaminantes, más cadenas de suministro locales, más paseos y ciclismo”. Destaca asimismo, el hecho de llegar a mantener, a corto plazo, una vida social aparente. “Los cines podrían eliminar la mitad de sus butacas, las reuniones se llevarán a cabo en salas más grandes con sillas más separadas y los gimnasios requerirán reservas de sesiones de entrenamientos con antelación para que no se llenen de gente. Pero, al fi nal, -manifi esta-, se podrá recuperar la capacidad de socializar de manera segura con el desarrollo de formas más sofi sticadas de identifi car quién representa un riesgo y quién no, y discriminando, legalmente, a los primeros”.

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Por otro lado, “es posible imaginar un mundo en el que, para tomar un vuelo, a lo mejor haya que registrarse en un servicio que rastree los movimientos de los pasajeros a través del teléfono. La aerolínea no podría ver dónde habían ido, pero recibiría una alerta si algún pasajero ha estado cerca de personas infectadas confi rmadas o de puntos calientes de enfermedades”. “Habría requisitos similares en la entrada a grandes sitios, como edifi cios gubernamentales o centros de transporte público, así como escáneres de temperatura en todas partes, incluyendo su centro de trabajo”. Lugar este, “que podría exigirle usar un monitor que controle no solo su temperatura, sino también otros signos vitales… Actualmente, las discotecas hacen controles de edad y puede que, en el futuro, también exijan un justifi cante de inmunidad: una tarjeta de identidad o algún tipo de verifi cación digital a través del teléfono que demuestre que la persona ya se ha recuperado y vacunado contra la última cepa del virus. La vigilancia intrusiva se considerará un pequeño precio a pagar por la libertad básica de estar con otras personas”.

Lichfi eld, advierte que “los trabajadores autónomos, desde conductores hasta fontaneros e instructores de yoga, verán que sus trabajos se precarizan aún más”, y que “los inmigrantes, los refugiados, los indocumentados y los expresidiarios se enfrentarán a otro obstáculo para hacerse un hueco en la sociedad”. Además, el director de la revista tecnológica del MIT, sentencia que “las personas con menos acceso a la sanidad y las que vivan en áreas más propensas a enfermedades también serán excluidas con mayor frecuencia de lugares y oportunidades abiertas para todos los demás”. Concluye, en que “el mundo ha cambiado muchas veces, y ahora lo está haciendo de nuevo. Pero como con todo cambio, habrá algunos que perderán más que la mayoría, y probablemente serán los que ya han perdido demasiado.

Lo mejor que podríamos esperar es que la gravedad de esta crisis fi nalmente obligue a los países, en particular a EEUU, a corregir las enormes desigualdades sociales que provocan que grandes franjas de su población sean tan extremadamente vulnerables”. En resumen: en un mundo inexorablemente cambiante tras la pandemia, y con independencia de cuantas valoraciones encontremos al respecto, existe un eje transversal en todo esto, y es el hecho que tendremos que adaptarnos sí o sí, a una nueva forma de vivir, trabajar y relacionarnos, cual signo inequívoco de la grandeza humana. Termino: “Imagínate tú, con tus licenciaturas, maestrías, diplomados y mil estudios encerrado en tu casa. Mientras que el recolector de basura, el agricultor, la cajera del súper, el vigilante, todos siguen siendo indispensables y esenciales, y tú no. Tremenda lección de humildad para aquellos que no caminan; si no que fl otan”. Para que nadie se atreva a mirar de menos a otro.

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