COMPLEJIDADES ACTUALES

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24 de mayo de 2020
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12:02 am
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PARA tres o cuatro generaciones de hondureños que coincidimos temporalmente, el trauma psicológico que experimentamos ahora mismo, además de inesperado es totalmente inusual, y muy difícil de comprender y manejar. La incomprensión se traduce en diversas actitudes, a veces contrapuestas. Una de ellas es la irresponsabilidad de muchos ciudadanos, de diversas edades, que se niegan a calibrar las dimensiones del problema sanitario. Deambulan por las calles de las ciudades y por los caminos de herradura de las aldeas, sin ninguna precaución, como si no estuviera pasando nada. De ahí los informes crecientes de personas contagiadas, inclusive en algunos pueblos y caseríos remotos de Honduras, en donde, por el aislamiento geográfico, no debiera haber nadie padeciendo de coronavirus.

Un caso excepcional es el de Olancho. Porque tanto las autoridades como la ciudadanía se han puesto de común acuerdo para inspeccionar y darle seguimiento en las carreteras a todos aquellos que entran al departamento. Al grado que se presume que se trata de una subregión limpia de la pandemia, sin ninguna persona contagiada. Sin embargo, los rumores han afectado al vecindario de Juticalpa con dos supuestas “víctimas” del nuevo virus que, procedentes de Tegucigalpa, viajaron por la carretera vieja, por los montes y los ríos. Nada hay confirmado al respecto. En todo caso el pueblo olanchano merece unas sonoras felicitaciones por el esfuerzo mancomunado a fin de evitar la pandemia en el departamento más grande de Honduras, precisamente en donde menos se esperaba la disciplina individual y colectiva.

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Otro caso especial es el de Islas de la Bahía. Todos los ciudadanos han hecho causa común para que por allá no lleguen los ceibeños y los turistas internacionales a contaminar al grueso de la población. Tenemos comprendido que este departamento exhibe una sanidad caribeña singular, en tanto que casi todas las islas del Caribe y de las Antillas están literalmente contaminadas. Ojalá que al reabrirse el mercado local los pobladores insulares se mantengan intactos, tal como lo han hecho en los meses anteriores durante la larga “cuarentena”.

Aparte de los dos plausibles ejemplos anteriores, varios habitantes de los demás departamentos han seguido un camino al revés. Sepan o no sepan que ellos presentan casos asintomáticos o abiertos del Covid-19, se desplazan hasta sus municipios y aldeas de origen en donde involuntariamente contaminan a los demás. De ahí los confinamientos que originariamente deseaban evitar. Por un lado es natural que la gente desee morir en su pueblo de origen, y por otro lado es un acto de alta irresponsabilidad someter a los paisanos a una angustia mayor respecto de esa enfermedad. A esto se suma la ignorancia de la gente que rechaza que las víctimas del coronavirus sean sepultadas en los cementerios comunales. O que, según se cuenta, apedreen las casas de los confinados “positivos”, olvidando que ellos mismos podrían pasar por circunstancias análogas.

La problemática actual es altamente compleja, por todas las variables que se van presentando en el orden de cada día. Hay una conjunción de fenómenos actuales que comienzan con las “cuarentenas” de más de sesenta días, razón por la cual algunas personas caen en tristeza y en estados depresivos. A esto se suma la escasez de alimentos y de medicinas en los hogares más pobres y de clase media-baja. El reto de reactivar la economía, en diversos rubros, es grande. Sobre todo por la amenaza real de algunos rebrotes del coronavirus, como pareciera ocurrir en otras partes del mundo.

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