LOS ZOPILOTES

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12 de junio de 2020
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12:09 am
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LOS ZOPILOTES. TRISTE que las instituciones de crédito internacional no hayan respondido a la crisis devastadora que flagela al mundo –y en mayor medida a los pintorescos países acabados– ni con la diligencia requerida y menos con el ingenio que el gigantesco tamaño de la calamidad exige. Más bien, ha sido el FMI que, inusualmente, siquiera en lo que a nosotros respecta, se ha mostrado más aplicado. El BCIE, como primera gaveta de los socios regionales, sacó un plan decente de rescate. Y en cierta medida, la presencia del representante local del BID, ha sido alentadora. Pero en lo que respecta a las otras burocracias internacionales, su lento desempeño –como quien camina, a pasito tun, tun, con los pies hinchados– dista mucho de las enormes expectativas cifradas en estas instituciones crediticias, cuando se fundaron. Creadas con el fin de asistir a naciones en apuros, con acciones audaces y expeditas. Auxiliar ágilmente sus dificultades en las emergencias.

La OMS/OPS –que localmente no ha sido capaz de operar un portal de transparencia–apenas suministró la tercera parte de las pruebas para coronavirus que la embajadora hondureña solicitó al Secretario General de la ONU. Las aves agoreras y sus tías las zanatas, reaccionaron, como si este cataclismo fuese un trance cualquiera, sin medida de la urgencia ni de la magnitud de los recursos demandados para paliar el feroz ataque. El Banco Mundial, se ufana de haber otorgado un crédito de US$119 millones al país, sin deslindar que estos no han sido ni nuevos recursos ni tampoco extraordinarios, sino para programas diseñados antes de la crisis de la COVID-19. Eran dineros ya comprometidos “para apoyar los esfuerzos del país a mejorar su capacidad de responder ante eventos naturales adversos, más atribuibles al cambio climático”. Los brotes de enfermedad a los que aluden de fondos destinados a la sanidad, son para el dengue, que también azota fuerte –albarda sobre aparejo– pero nada que tenga que ver con las superiores necesidades de esta pandemia. Eso lo dieron a través de su Asociación Internacional de Fomento (AIF). La tal Corporación Financiera Internacional, IFC, creada para asistir al sector privado en los países más atrasados, aguardarán quizás, la descomposición de los cadáveres, hasta que les caigan encima los zopilotes del muladar. Ninguna solución creativa, para asistir directamente –obviamente que utilizando la intermediación del sistema bancario nacional– la infraestructura empresarial que se desploma, consecuencia del aislamiento y el encogimiento de los mercados.

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En cuanto a la propuesta –planteada hace meses por el Banco Mundial al G-20– de una moratoria al endeudamiento bilateral, y alivio del servicio de la deuda con plazos más largos, cabe a la perfección la infeliz frase de Salinas de Gortari: “ni los veo, ni los oigo”. Aparte de aguardar, con resignada fe, que se concrete lo anterior, nada se supo sobre moratorias a la deuda multilateral. Tampoco es como si esos encumbrados funcionarios desconocieran la gravedad de la tragedia o los efectos diabólicos a pueblos moribundos. El presidente del BM acaba de admitir que “según las estimaciones de abril, la pandemia, junto con el confinamiento económico de las economías avanzadas, arrojarán a la pobreza extrema a 60 millones de personas en 2020, lo que implica que el número de habitantes del mundo que vive con menos de USD1.90 al día se aproximará a 700 millones de personas y que la tasa mundial de pobreza aumentará por primera vez desde 1998, cuando se produjo la crisis financiera asiática”. “Me preocupa –exclamó– que estas cifras sean aún mayores”. Reconoció, a su vez que el esfuerzo de salvataje, a los lugares donde les haya llegado, porque aquí siguen a la espera que reaccionen, “no será suficiente”. Otra vez, a nadie alivia que se sientan preocupados; más ayudaría que actuaran en consonancia con las simuladas o reales preocupaciones que pregonan.

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