AISLACIONISMO, EL ESCAPISMO Y EL CAFÉ

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29 de junio de 2020
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12:02 am
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AISLACIONISMO, EL ESCAPISMO Y EL CAFÉ

AISLACIONISMO, EL ESCAPISMO Y EL CAFÉ, ESTE confinamiento por el coronavirus, a raíz de la enjaulada que los gobiernos les han recetado a las comunidades, como una medida de bioseguridad para evitar el contagio, comienza a incitar ciertos patrones de conducta. (Parecido a lo que la tecnología de las comunicaciones hizo a las acostumbradas formas de coexistencia. Es decir a las antañonas bondades de la buena vecindad, de visitar familiares y amigos para compartir, conversar, o tan solo por el placer de disfrutar de la compañía; apoyarlos y recibir aliento en ratos de ansiedad. Ninguna de esas comunicaciones impersonales puede sanamente reemplazar la plática más próxima de personas viéndose las caras. Sin la distracción constante, y la malcriada falta de atención mientras se platica, de indiferentes divagados mandando y recibiendo mensajes frívolos urgentes de “vida o muerte”. Como si el aparatito transmisor fuese más importante que la persona que tenemos enfrente). Ahora con esta encuevada obligada, mucha gente se está acostumbrando a hacer mucha de la actividad que desempeñaba en las instalaciones físicas de sus trabajos y en las oficinas, desde sus hogares.

Las reuniones se realizan por videoconferencias. Las clases en los centros de enseñanza se imparten en forma virtual y no presencial. Funcionan por mientras dure la emergencia, pero no es lo mismo. Las pantallas digitales, si bien temporalmente sustituyen la asociación personal, no van a reemplazar la utilidad de la normal cohabitación en sociedad. No son iguales las clases impartidas en pantallas de computadora, que los beneficios obtenidos del contacto personal de maestros con alumnos. Incluso, la sustracción del ambiente necesario para la sana asociación. De la relación más cercana entre los mismos estudiantes. Departiendo, interactuando, jugando o estudiando, entreteniéndose en grupos. La fría interrelación a distancia no reemplaza, ni el calor, ni la intimidad, ni cualquier otro de los atributos que se forjan mediante la correspondencia directa e individual. Dicho lo anterior, pasamos a otro campo. Esta tendencia hacia la soledad, también ha comenzado a inspirar un sentimiento aislacionista en otras actividades. Cuando más se ocupa de la colaboración de otros, de la fuerza que brinda la cooperación, algunos gobiernos han optado, en el ámbito internacional, por abandonar organizaciones a las que han pertenecido durante muchos años. Como ejemplo. (Los norteamericanos que han ejercido un liderazgo tutelar en muchas organizaciones, en aras de promover la democracia y las libertades, poco a poco –en regresión ermitaña– han optado por abandonar esa presencia estelar).

Aquí en el Triángulo Norte, Guatemala arguye salirse de la Organización Internacional del Café, dizque le genera poco beneficio. Como si la OIC fuese foro financiero donde pedigüeños van a pedir dinero. Participar en el foro ya es ganancia. Pues bien, al margen de las dádivas que reclaman de instituciones que sirven para otra cosa –ese es el problema de esos pintorescos paisajes acabados que a todos lados van con la mano extendida en procura de limosna– este sería el peor momento para caer en esa trampa aislacionista. Honduras se adhirió al Acuerdo Internacional del Café en 1967. El país ha tenido una representación permanente y la distinción de ejercer la presidencia del Consejo Internacional del Café. En la actualidad integra activamente muchos de los comités. Recién crearon una plataforma de diálogo para alcanzar consensos entre las esferas oficiales representadas como miembros de la OIC y los sectores privados (tostadores, exportadores y consumidores), sobre políticas de sustentabilidad a largo plazo y resiliencia del sector caficultor. La plataforma surgió como resultado de las recomendaciones brindadas por unos 80 expertos y 2 mil participantes, que analizaron la crisis de precios del café en el mercado internacional. La OIC juega un papel neutral, mediando entre las distintas partes involucradas. Guatemala no forma parte de la fuerza de tarea conjunta creada, pero le han dicho que puede llegar de observador. La región mesoamericana está representada por Honduras, México y Nicaragua. Ojalá aquí no les dé por seguir esa corriente huidiza, solo porque topos, con una miope perspectiva, no se sientan representados. Claro, como en todo organismo, hay que exigir reformas. Para que la OIC fortalezca su papel interlocutor de los gobiernos con el sector privado; lanzar y sacar adelante iniciativas internacionales a favor de los caficultores, que son la prioridad de esos países cafetaleros. Igual a lo que hemos exigido de esos lentos, ineficaces burocráticos organismos financieros internacionales. La crisis requiere de dar la cara –aunque sea con mascarilla– con valentía y creatividad. No de cobardes escondites ni de escurridizo escapismo.

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