Trasplantes y donantes

ZV
/
2 de octubre de 2020
/
12:05 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Trasplantes y donantes

Por: Ricardo Alonso Flores

Cuando se conoce la disposición de los hondureños a donar sus órganos al morir, nos encontramos con algo que ya sabíamos y que es la poca disposición para convertirse en donantes, contrario a lo que sucede en otras latitudes.

Definitivamente no creo que sea insensibilidad, egoísmo o algo parecido. Es falta de cultura en ese campo, no hay una tradición ni tampoco he conocido campañas que inciten a la solidaridad post mortem.

Cuando vemos los números de otros países, de Europa y de América particularmente, encontramos que España, Turquía, Francia y Reino Unido tienen altos números de donantes sorprendiendo la ley chilena que convierte a todos en donantes, aun cuando no se haya pedido su consentimiento.

Eso me parece muy adecuado, porque viendo bien las cosas, qué gana un cuerpo que está destinado a su destrucción con el paso del tiempo, si con una cirugía de trasplante puede salvar una o varias vidas.

Tampoco creo que sea por cuestiones religiosas. Hace poco le preguntaba a una dama que se congrega con frecuencia en su iglesia y me dijo que no estaba dispuesta a donar sus órganos. Entonces, le repliqué, que no lo entendía, porque admiraba en ella su solidaridad y al final me dijo que no lo había pensado bien, pero que ahora sí estaría dispuesta a donarlos.

Ese tipo de intervenciones quirúrgicas tienen una larga historia, pero en la actualidad ya no representan un enorme riesgo, porque las técnicas permiten la mayor seguridad. Básicamente se practican en los ojos, en órganos del sistema digestivo, en huesos, en la piel y hasta en la cara, aunque en esto último no se ha podido lograr devolverle la faz original al paciente, pero estoy seguro se conseguirá con el tiempo.

El 3 de diciembre de 1967, el mundo se conmovió al conocerse que el doctor Christiaan Barnard, en el Hospital Groote Schuur, de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, había logrado el primer trasplante de corazón a un paciente llamado Louis Washkansky, comerciante, hombre corpulento y optimista de cincuenta y seis años, desahuciado por un irreversible problema cardíaco, al que se unía una diabetes aguda. La donante, Dénise Darvall, una joven oficinista de veinticinco años atropellada junto a su madre por un automóvil.

Washkansky, sobrevivió tan solo 18 días, muriendo no de un rechazo, sino de una pulmonía. Pero el camino se había abierto y en distintos hospitales del mundo comenzaron los trasplantes de corazón, con mayor o menor éxito.

Recuerdo que, en Estados Unidos, dos eminentes cirujanos lograron éxito en sus intervenciones como el doctor Norman Shumway, quien practicó el primer trasplante de corazón en 1968, y más tarde en 1970 el doctor Denton Cooley lo hizo con un corazón artificial.

Esta revolución dentro de la medicina, ha logrado que desde entonces unas cien mil personas en el mundo hayan recuperado su salud y en algunos casos su vida se ha prolongado hasta por 28 años, lo cual indica el progreso conseguido.

Obviamente, en cada país debe existir una ley que regule los trasplantes, porque se corre el peligro y esto es realmente grave, la sustracción de órganos con propósitos de tráfico de los mismos que practican bandas organizadas en distintos lugares.

Pero la ley no lo hace todo, porque solamente regula y tengo entendido que el modelo español es uno de los mejores del mundo, pero debe ser implementado con medidas efectivas que permitan que, al morir una persona, el órgano a trasplantar llegue a su destino en el menor tiempo posible.

Lo único que me mueve al escribir este artículo es que se vaya creando una conciencia que se pueden donar los órganos y que más bien esto es una solidaridad que debe nacer de cada ser humano.

Más de Columnistas
Lo Más Visto