Network: Poder que mata (4-A)

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20 de febrero de 2021
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12:06 am
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Network: Poder que mata (4-A)

José María Leiva Leiva

 

                                    Network (“Poder que mata”) es una película satírica estadounidense de 1976 dirigida por Sidney Lumet, y protagonizada por Faye Dunaway, William Holden, Peter Finch, Robert Duvall, Ned Beatty y Beatrice Straight, en los papeles estelares. Fue galardonada con cuatro Premios Óscar: al mejor actor principal (Peter Finch), a título póstumo, a la mejor actriz principal (Faye Dunaway), a la mejor actriz de reparto (Beatrice Straight), y al mejor guion original (Paddy Chayefsky).

 

“En 2000, la película fue considerada cultural, histórica y estéticamente significativa por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.​ En 2002 fue admitida en el Salón de la Fama de la Producers Guild of America (Asociación de Productores Estadounidense) por ser una de las películas que “ha establecido un nivel de calidad perdurable para el espectáculo estadounidense”. En 2005, el guion de Paddy Chayefsky fue votado por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos como el octavo mejor guion cinematográfico de todos los tiempos”. Véase https://es.wikipedia.org/

 

La cinta, que con el paso de los años se ha convertido en un filme de culto, no pierde vigencia alguna, es un análisis arrollador sobre el poder de la televisión, que retrata un mundo competitivo donde el éxito y los récords de audiencia imponen su ley a sangre y a fuego. Pero también desnuda el amarillismo de los medios de comunicación, la competencia desleal y descarnada, la ambición sin límites de una elite empeñada en hacer negocio con todo, más el imperio de las transnacionales que gobiernan el mundo por encima del valor humano que habita en las naciones.

 

Por supuesto, su principal basa radica en las piezas oratorias y en las soberbias actuaciones, particularmente, Peter Finch, en la piel de Howard Beale, un carismático presentador del noticiero nocturno de la cadena televisiva UBS, transformado en una especie de “profeta furioso”, que clama unas cuantas verdades “políticamente incorrectas”, que habrán de llevarlo al pabellón de los condenados a muerte. En su primer discurso provocador, señala: “No tengo que deciros lo mal que están las cosas. Todo el mundo lo sabe. Estamos en una crisis. La gente está en el paro o tiene miedo a perder su trabajo. El dólar no vale ya ni cinco centavos”.

 

“Los bancos quiebran. Los dependientes guardan armas bajo el mostrador. Hay gamberros por las calles y nadie sabe qué hacer. Es imparable. Sabemos que el aire es irrespirable y que comemos basura. Nos sentamos ante la televisión mientras el presentador nos dice que se han cometido 15 homicidios y 63 crímenes, como si fuera algo normal. Las cosas están muy mal. Aún peor. El mundo se ha vuelto loco. La locura es tal que ya no salimos a la calle. Nos quedamos en casa y nuestro mundo se vuelve más pequeño”.

Decimos: “Al menos dejadnos en paz en nuestras casas. Si tengo una tostadora y una televisión, no diré nada. Pero dejadnos en paz. Pero yo no os voy a dejar en paz. Quiero que os enfadéis. No quiero que os manifestéis ni que escribáis a vuestro congresista. No sé qué hacer sobre la depresión, la inflación, los rusos y el crimen en las calles. Solo sé que tenéis que enfureceros. Tenéis que decir: Soy un ser humano. Mi vida tiene valor. Quiero que os levantéis. Levantaos de vuestras sillas. Quiero que os levantéis ahora mismo, vayáis a la ventana, la abráis, saquéis la cabeza y gritéis: Estoy furioso y no pienso aguantarlo más. Ya discurriremos qué hacer sobre la depresión, la inflación y la crisis del petróleo. Primero tenéis que enfadaros. Tenéis que gritar: Estoy furioso y no pienso aguantarlo más”. Se trata de una secuencia antológica difícil de olvidar.

 

En una segunda presentación, anuncia: “Edward George Ruddy ha muerto hoy. (Él) era el presidente del consejo de Unión Broadcasting Systems, y ha muerto a las once de esta mañana de una afección al corazón. Y pobres de nosotros, lo que se nos viene encima. Y bien… ha muerto un canoso ricachón. ¿Qué tiene que ver con nosotros? ¿Por qué es una desgracia? Porque hay 62 millones de americanos escuchándome en estos momentos. Porque menos del 3% de vosotros leéis libros. Porque menos del 15% de vosotros lee los periódicos. Porque la única realidad que conocéis es la que veis en la TV. Ahora mismo existe toda una generación que no sabe nada más que lo que ve en la televisión. La televisión es el evangelio. La revelación suprema. La televisión puede crear o destruir presidentes, papas y primeros ministros. Es la fuerza más formidable de este mundo ateo”.

 

“Pobres de nosotros si cae en las manos equivocadas. Por eso es una tragedia que haya muerto Edward George Ruddy. Porque esta compañía está ahora en manos de la CCA, la Corporación de Comunicaciones de Estados Unidos. El Consejo ha sentado a un nuevo presidente, Frank Hackett, en el despacho del señor Ruddy. Cuando la 12ª compañía más grande del mundo controla la fuerza propagandística más formidable de este mundo ateo, quién sabe cuánta basura se venderá como verdad en esta cadena”.

 

“Así que escuchad. Escuchadme. La televisión no es la verdad. La televisión es un parque de atracciones. La televisión es un circo, un carnaval, una compañía de acróbatas, cuentacuentos, bailarines, malabaristas, monstruos de feria, domadores de leones y jugadores de futbol. Es el negocio del pasatiempo. Si queréis la verdad, acudid a Dios, o a vuestros gurús, a vosotros mismos. Ese es el único sitio donde encontraréis la auténtica verdad. Nosotros nunca os contaremos la verdad. Os contaremos lo que queréis oír. Mentimos”.

 

“Os contaremos que Kojak siempre atrapa al asesino. Que nadie enferma de cáncer en la casa de Archie Bunker, por muy comprometida que sea la situación del héroe, al cabo de una hora saldrá vencedor. Os contaremos lo que queréis oír. Traficamos con fantasías. Nada es real. Vosotros, ahí sentados día tras día, noche tras noche, de todas las edades, colores y credos, empezáis a creer todas las fantasías que os contamos, a creer que la televisión es la realidad y que vuestras vidas no lo son”.

“Hacéis lo que dice la televisión. Os vestís y coméis como en la tele, criáis a vuestros hijos igual, pensáis como en la tele. Es una locura masiva, chalados. En nombre de Dios, vosotros sois la realidad y nosotros la fantasía. Así que apagad la televisión. Apagadla ahora mismo. Apagadla y no volváis a encenderla. Apagadla antes de que termine esta frase, apagadla”. Mientras tanto… se derrumba en la tarima del set.

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