Apuntes sobre una charla

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29 de mayo de 2021
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Apuntes sobre una charla

Por: Carlos López Contreras
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Recientemente participé en un seminario virtual patrocinado por la Asociación de Libertad y Democracia, donde me referí al Partido Nacional y a la administración pública.

Sobre el partido considero necesario y saludable hacer un poco de autocrítica. Inicialmente, disiento profundamente del abrupto cambio de doctrina partidaria ocurrido en la Convención Nacional del 2005, provocando un vuelco desestabilizador del partido histórico que durante 100 años se inspiró en la doctrina universal de la libertad, vale decir la doctrina científica del pensamiento liberal que, en nuestro caso, se acuñó en la expresión “Justicia social con libertad y democracia”.

Con esa plataforma ideológica, libramos numerosas batallas cívicas, con triunfos y también con resultados adversos en el juego democrático.

Considero que en el 2005 no había razón ni necesidad de tirar nuestra plataforma política al cesto de la historia y adoptar el “humanismo cristiano” como plataforma única, produciendo así, de hecho, la absorción de un gran partido histórico por uno emergente. Las generaciones que militan en política desde los años 70 saben que la estrategia política de la Democracia Cristiana internacional era cooptar al Partido Nacional y, desde allí, buscar la conquista del poder en Honduras.

No adverso el humanismo cristiano, pero me resisto a aceptar que 100 años de historia política no merecieran un mínimo de respeto en el 2005.

De hecho, nuestra doctrina de la libertad se ha venido nutriendo con el paso del tiempo con las mejores ideas de la social democracia y del personalismo cristiano.

El liberalismo decimonónico fue campeón de la libertad, de la igualdad, del Estado de derecho y de la separación de poderes; asimismo, de la propiedad privada y de la libertad de empresa; se le ha criticado por su rigidez individualista, en el aspecto económico; pero al proponer un gobierno pequeño y eficiente se convirtió en excelente plataforma política para la organización y conducción del Estado.

Sugiero por tanto que, en la próxima Convención Nacional del partido, se reivindique en toda su potencialidad nuestra plataforma política de “Justicia social con libertad y democracia”.

Nuestros orígenes doctrinarios en el pensamiento liberal dominó el escenario mundial desde la revolución inglesa en 1688, en el pensamiento revolucionario de los enciclopedistas, en la Revolución Francesa y en la independencia de Estados Unidos de América, extendiéndose por toda la faz de la tierra, donde se cultiva la libertad.

Conviene recordar que todas las doctrinas sociales que practican la libertad tienen, como sustrato fundamental de su concepción democrática, la doctrina liberal, basada en el respeto a los derechos fundamentales del hombre, la libre expresión del pensamiento y la libertad de religión frente a las monarquías absolutistas y otras formas de tiranía.

Como partido de centro, debemos mantenernos abiertos a todas las tendencias modernas -que practican la libertad- a fin de interactuar con las agrupaciones de partidos democráticos en el mundo.

Deberíamos afirmar un espacio ideológico, lo suficientemente amplio para que en él puedan verse representadas diversas tendencias de nuestra población (centro izquierda y centro derecha) y puedan sentir que el Partido Nacional también es suyo, también les pertenece y en él pueden hacer oír su voz y sus planteamientos.

De esta manera, el partido debe volver a ser un faro que proyecta diversas luces ideológicas de libertad, dentro de un todo coherente y armónico.

Este planteamiento no supone rechazar el humanismo cristiano, con sus principios de bien común, dignidad de la persona humana y solidaridad. Ambas inspiraciones ideológicas pueden convivir y, de hecho, conviven en otros partidos democráticos en el mundo.

En cuanto a su organización, recuerdo que un partido que se limita a ganar elecciones y a vivir enclaustrado dentro del país, se desconecta de la evolución del mundo y de sus tendencias bienhechoras.

Necesitamos la relación estrecha con otros partidos democráticos del mundo. Ese es y debe ser un trabajo de tiempo completo, donde no se admite la improvisación. Nuestro partido hizo ese trabajo con éxito en una etapa relativamente reciente, pero últimamente se ha descuidado.

Debemos estar conscientes que los partidos que en otros países hoy están en la oposición, mañana pueden estar en el gobierno; y es una buena idea mantener dos estructuras de diálogo: entre partidos y entre gobiernos, porque ese trabajo puede dar buenos frutos particularmente en tiempos de pandemia y de calamidad nacional que requieren del valioso apoyo de la comunidad internacional.

Necesitamos proyectar una imagen internacional de seriedad y eficiencia política. Pero un Comité Central de 50 miembros, no proyecta esa imagen. Sin duda, es más eficiente y confiable un Comité Central de 15 miembros, como el que existía antes del 2005.

Una estructura directiva pequeña es más responsable, racional y eficiente que una de 50 miembros, porque esta última tiende a convertirse en una asamblea general, donde domina la dispersión y proyecta poca coherencia.

La elección de los dirigentes políticos, (hombres y mujeres) más calificados para dirigir el partido no está reñida con una base popular fuerte que abre espacios a la juventud más sobresaliente.

El nacionalismo es desde sus inicios un partido de masas, poli-clasista, con fuerte respaldo campesino y, actualmente, con una base urbana creciente. A este desplazamiento de la población del campo a la ciudad, debemos ponerle mucha atención, porque conlleva la concentración de la pobreza en las ciudades.

Junto a la autocrítica, hay que destacar las grandes virtudes de nuestro partido: su sentido de unidad, disciplina, renovación, la capacitación de la juventud y la formación de los cuadros para la motivación de nuestra población en las luchas cívicas.

La participación de la juventud es admirable y debe continuar, junto con la experiencia que brindan las generaciones maduras y la vieja guardia. El partido no es ni debe ser un conjunto de compartimientos estancos; es un todo coherente y no deben promoverse divisiones mezquinas.

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