Medio siglo de ausencia y algo más

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3 de octubre de 2021
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12:03 am
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Medio siglo de ausencia y algo más

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio Consejo Hondureño de la Cultura “Juan Ramón Molina”.

1908 parece haber sido un año “cabalístico”, ya que en el mismo fallece en San Salvador, El Salvador el egregio y nunca bien ponderado portalira hondureño Juan Ramón Molina; de igual forma en ese mismo año desaparece físicamente el doctor Marco Aurelio Soto en la ciudad de París, Francia, considerado por algunos como el reformador de Honduras y por otros el depredador de este país.

Sin embargo, ese mismo año de gracia ve la luz del mundo en la ciudad de Ocotepeque el fundador de “La segunda república”, doctor Ramón Villeda Morales un 26 de noviembre. Pero Villeda Morales, desaparece físicamente el 8 de octubre de 1971 en la ciudad de Nueva York, USA la urbe de los rascacielos en la que a diario perecen alrededor de trescientas aves de diferentes especies cuando por las noches chocan contra las gigantescas torres iluminadas.

Villeda Morales ocupaba el honroso cargo de representante permanente de Honduras ante el Foro Mundial de las Naciones Unidas, por segunda vez, ya que la primera lo hizo en 1957, cuando el triunvirato de por entonces derrocó al gobierno de facto de don Julio Lozano Díaz y envió al susodicho Villeda Morales a la ONU con tan alta representación. Villeda Morales retornó a la patria ese mismo año para hacerse cargo de la presidencia de la Asamblea Nacional Constituyente, misma que el 21 de diciembre del año aludido lo eligió presidente de la República en proceso de segundo grado, ya que de antemano se sabía que él era el candidato idóneo para ocupar la silla presidencial y como consecuencia lógica no había necesidad de perder tiempo ni dinero en celebrar nuevas elecciones.

Así transcurrió el tiempo, hasta que un fatídico 3 de octubre de 1963 los hombres de uniforme de por aquel entonces decidieron separarlo del poder y enviarlo junto a sus principales colaboradores al exilio a la República de Costa Rica, de donde regresó tiempo después, para que en el gobierno interino del doctor Ramón Ernesto Cruz, iniciando la década de los setenta, siempre del pasado siglo, el ilustre internacionalista Cruz Uclés lo nombrara nuevamente ante la ONU como representante oficial de nuestra querida Honduras ante ese alto foro mundial, de donde regresó en un ataúd metálico el 8 de octubre ya señalado, por lo que, en este año del Bicentenario se cumple medio siglo de la ida sin retorno de aquél ciudadano que con su proverbial grito “siempre adelante, ni un paso atrás, ni para agarrar impulso”, envolvió a la ciudadanía catracha, que se fascinó mucho más con el plagio de la canción ranchera mexicana Pajarillo pecho amarillo, plagio que estuvo a cargo del recordado abogado Carlos Manuel Arita Palomo, originario también de la ciudad “mártir” de Ocotepeque, la cual decía: “desde Ocotepeque vino volando un pajarito pechito rojo; la presidencia lo está esperando…”.

Ese fue José Ramón Adolfo Villeda Morales, el político, estadista y emblemático hondureño que estremeció a las masas campesinas, obreras e intelectuales desde 1954 en que prácticamente arrancó su exitosa carrera política. Lo demás es historia que ya los especialistas en este tema han recogido en centenas o acaso millares de cuartillas a través de revistas, periódicos y libros que registran el paso de este hombre excepcional que el próximo viernes cumplirá medio siglo de ausencia.

Y para rematar el recién pasado 28 de septiembre otro de sus seis varones que trajo al mundo, también estremeció a los hombres y mujeres que siguen la consigna rojo y blanco del Partido Liberal de Honduras, con la infausta noticia de su muerte; nos referimos al distinguido personaje, abogado Leonardo Villeda Bermúdez quien era el cuarto vástago, que con su ilustre consorte la recordada primera dama de la República profesora Alejandrina Bermúdez Milla había arribado al mundo.

Leo como cariñosamente se le conocía por su extraordinario don de gente y su impactante simpatía y espíritu de solidaridad, era muy querido y respetado no solo por sus familiares y correligionarios sino por todos los hondureños que tuvimos la gracia de conocerlo.

Es muy posible que la relativamente prematura muerte de Leo se haya debido a la situación a la que fue sometido durante los últimos años, en la que su derecho ciudadano había sido conculcado y permanecía bajo vigilancia policial en su propia residencia, acusándolo de un delito en el que, de acuerdo con familiares y abogados defensores, jamás de los jamases cometió. A Leo le ocurrió algo así como al Quetzal de Guatemala, pájaro símbolo de la libertad, que no permite por nada del mundo permanecer enjaulado o prisionero por más de 24 horas; esa es posiblemente una de las causas por las cuales este recordado amigo se nos adelantó en ese viaje sin retorno, al que todos, más temprano o más tarde tendremos que asistir.

Descanse en paz el inolvidable Leo y que las frescas flores del siempre viva permanezcan en su tumba hasta la consumación de los siglos y los milenios.

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