¿NO ES EL MISMO PLATANAZO?

ZV
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13 de enero de 2022
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12:24 am
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¿NO ES EL MISMO PLATANAZO?

COMO decíamos ayer, la inflación es un impuesto invisible, del que nadie se escapa, que disminuye el poder adquisitivo de las personas. Los Estados Unidos experimentan una espiral de aumento a los precios al consumidor del 7%, la subida más alta desde 1982. Ello es consecuencia, en parte, de los multimillonarios paquetes de auxilio económico del gobierno federal a los norteamericanos en apuros para hacerle frente a los devastadores efectos de la pandemia. En lo que a nosotros concierne, todas las importaciones van a encarecerse. Aquí, la relativa estabilidad de la moneda depende de los ingresos del café –en auge debido a los buenos precios–, a las remesas familiares –también batiendo récord– y a los desembolsos de los prestamistas internacionales. Ello ha permitido al país un caudal saludable de divisas.

Sin embargo, voces influyentes, como la del respetado banquero Jorge Bueso Arias, no encuentran explicación a lo que consideran “una depreciación injustificada de la moneda”, pese a la fortaleza de reservas reportadas por el BCH. La baja del valor del lempira de 23 centavos al cierre del año pasado y de 8 centavos en lo que va de este año, ha provocado –según Bueso Arias– “una inflación que afecta a los hondureños”. “Posiblemente –explica el banquero– sea con el objeto de beneficiar a las exportaciones, pero a largo plazo ese movimiento del valor del lempira resultaría perjudicial”. “El lempira se está devaluando en uno o dos centavos diarios después de las elecciones del 28 de noviembre –apunta Jorge Bueso– y el efecto de la devaluación será tremendo y no hay razones para que la moneda se devalúe”. Lo cierto es que, si la medida es compromiso para satisfacer al FMI, ya hemos dicho en otras ocasiones que la devaluación no eleva la demanda de los productos hondureños en el exterior. A ese fenómeno los economistas lo denominan la inelasticidad de la curva de la demanda en lo relativo a las exportaciones hondureñas. O sea, son postres lo que vendemos, no esencialidades. Nadie afuera va a comerse dos mínimos en vez de uno o tomarse dos tasas de café en vez de una porque le rebajen medio centavo a la concha del banano o a la libra del grano. Son otros factores –entre ellos la mejor calidad de las variedades, la oferta de otros exportadores– los que inciden en los buenos o los malos precios a los que se vende. Lo que favorece la economía hondureña es que baje el precio de lo importado, ya que gran parte de lo que se trae de afuera son insumos necesarios para la industria y la producción nacional.

Aparte de ello un 50% de la demanda local se abastece de importaciones. Y si eso se encarece, el mercado sufre y por ende el malogrado bolsillo de los consumidores. Solo calcular cuánto más costaría la gasolina, cuyo precio ya anda por las nubes, si a eso se le agrega el costo del deslizamiento de la moneda. Las materias primas más caras –que no se obtienen localmente–cargando los costos a la lastimada producción nacional. El Banco Central ha reaccionado con criterios técnicos sobre lo que se entiende por devaluación. Que a la gente común y corriente lo mismo da qué terminología sea la que usan si al final de cuentas lo que ocurre es que la moneda pierde su valor. Agrega el BCH que la política monetaria –en un promedio simple el movimiento del lempira frente al dólar en cuatro años fue de 0.8 por ciento, menos del 1 por ciento– “ha sido una de las políticas de depreciación más bajas de los últimos años”. La estabilidad es lo que da seguridad. Así que esperemos que no continúe desplomándose. (Y a propósito, pregunta el Sisimite: al lanzarse al precipicio o despeñarse por que lo empujan, ¿si el platanazo no es el mismo?).

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