Ediciones inconclusas y extradiciones en espera

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14 de enero de 2022
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Ediciones inconclusas y extradiciones en espera

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Oscar Armando Valladares

Una extraña coincidencia se dio entre Francisco Morazán y Ramón Rosa. Dejó el primero inconclusas sus memorias; su biógrafo produjo seis de los diez capítulos que abarcaba su ensayo crítico, conforme al plan de la obra. ¿Por qué quedaron inacabadas, una en 1841 y la de Rosa en 1882? ¿Se extraviaron las partes restantes o no hubo ocasión de darles término?

Sobre el documento del héroe -fechado en David, Panamá- sábese que en París lo publicó la imprenta de Roge Hermanos, en 1870. El prefacio, suscrito por “Unos centroamericanos”, era de esta opinión: “Fundadas sospechas hacen creer que la segunda época de la vida del valiente e ilustre soldado, ha sido escrita por él mismo en su larga expedición a las repúblicas del Sur, y perdida u ocultada en la jornada con que terminó su carrera política en San José. Al menos así lo da a entender su ofrecimiento de omitir en su obra pormenores que podrían ser desagradables a algunos y que pertenecen a los sucesos ocurridos hasta la conclusión de la guerra”.

La biografía de Rosa -inexplicablemente incompleta- llegó “hasta la reelección de Morazán, 1835”, sin abordarse nada desde este año hasta la muerte del unionista (15 de septiembre de 1842). El manuscrito estuvo por más de 90 años en manos de la familia guatemalteca del escritor, pasados los cuales una de las hijas, Blanca Rosa v. de Estrada, autorizó su publicación al Instituto Morazánico que presidía Rafael Leiva Vivas y en su Consejo ejecutivo central fungíamos nosotros de vocal primero. Salió a la luz -hará 51 años- el 15 de septiembre de 1971.

Al estimar extremadamente que la independencia, proclamada en Guatemala, no había sido el resultado “de una verdadera lucha fecunda en sacrificios del pueblo, en actos de heroísmo de sus prohombres y en manifestaciones ardientes y radicales de las ideas de los sostenedores de la nueva causa”, Rosa infiere, con intenso dolor, “que Centro América es el país donde con facilidad pueden imponerse casi sin contradicción las dictaduras más brutales, absorbentes y salvajes, y en donde la dominación extranjera puede enseñorearse a placer”.

Si los altos fines de la independencia y de la República se hubieran cumplido, añade Rosa, “a buen seguro que los hechos y las ideas de Francisco Morazán no tendrían hoy la suma importancia que tienen”. Yo que amo, como pocos, la memoria del ilustre repúblico, deploro -dice a continuación- que sea “tan grande, a costa del egoísmo, de la improvisación, de los errores y de los crímenes de nuestros partidos políticos…La reacción estúpida y criminal mató al héroe, rico en actividades, en esfuerzos, en aspiraciones y nobles ideales”. Concluye que “la escuela de Morazán, la enseñanza en pro de la unidad de la patria, es la única enseñanza que debe darse en nuestros días, si quieren ser independientes y libres los hijos de nuestros hijos”.

Empero, como señala el destacado biógrafo, la historia juzga bajo la “ley indefectible de los contrastes”; así, vimos cómo un “hombre de ideas”, “un Morazán de principios”, era convertido en señuelo de placeres vacacionales y escarnecido su nombre -como en tiempos de Rosa- “por conservadores y pseudo liberales”. En virtud de esa ley de los contrastes, hemos visto conductas corrientemente entreguistas camufladas de patriotas por intereses logreros o conveniencias políticas, en tiempos -también- de inquietantes e inconclusas extradiciones a los encierros implacables del imperio.

Ahondar en esas cosas, auspicia la oportunidad de conferir un reconocimiento a quienes han sido patriotas de veras; a mujeres y hombres que por sus ideas y comportamientos personifican -a su manera- las aspiraciones del procomún, y que lideran la tabla cívica y política de la nación: Lempira, Morazán, María Josefa, Herrera, Valle, Márquez, Rivera, Rosa, Heliodoro Valle, Visitación Padilla, Froylán Turcios, Lucila, Clementina, Medardo, Díaz Chávez, Oquelí, Longino, Jeanet Kawas, Berta Cáceres, Xiomara Castro -primera presidenta del país-, seguidos de otro puñado de coterráneos de íntegro proceder.

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