“DE LA REBUSCA”

ZV
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21 de abril de 2022
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12:09 am
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“DE LA REBUSCA”

EL empleo invisible o personas que tienen una ocupación que no les genera los suficientes ingresos para subsistir dignamente, es uno de los principales problemas del mercado de trabajo de Honduras, según estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)”. “A lo anterior –agregan– hay que sumar el “desempleo abierto” que en 2021 fue del 7.0%”. Genial descubrimiento, como si fuese una revelación acabada de ocurrir. Esa calamidad es sobre lo que hemos insistido, hasta el cansancio, en infinidad de editoriales. Persistiendo, que nada se hace con hablar del problema si no se toman medidas y se dan soluciones inmediatas. Tanta reunión con los preocupados funcionarios norteamericanos, mexicanos y los vecinos centroamericanos, debatiendo qué hacer con el dolor de cabeza migratorio. ¿Y qué creen que dispara los masivos flujos migratorios y las interminables caravanas –con rumbo a “la tierra prometida”– de gente desesperada sin ingresos para la sobrevivencia?

Respuesta. La falta de trabajo. Sin embargo, no parecería –entre los que negociaron el incremento del salario mínimo– que estén enterados sobre la crítica realidad que golpea los mercados. Si a las empresas –la mayoría de las cuales se encuentran entubadas, en cuidados intensivos– les suben los costos de operación, no solo dejan de contratar personal sino que obligadamente hacen recortes. El desempleo es una tortura. Quien no haya pasado por esta desdicha –que a la vez afecta el estado anímico y la salud mental de las personas– desconoce la pena que entraña no poder generar un ingreso básico para la manutención. La amargura de no contar con un salario digno que permita sostener un hogar. Pero como el desempleo no tiene voz, no se manifiesta, no grita como bloque, no presiona en forma de protesta colectiva, no pasa de ser una cifra. Sí, un número escalofriante –dado en porcentajes– pero solo un guarismo más de lo mal que está el país. Un dato que a nadie, más que al que se ha quedado sin trabajo, pareciera perturbar. ¿Quién habla por los desocupados? ¿Quién los representa? Son una fuerza decisiva, si se suma cuántos son. Pero tan dispersa, sin organización formal –cada cual tragando su desconsuelo en forma individual– que su queja, sorda, sin proyección o resonancia que produzca eco, pareciera no tener impacto alguno. Son muchos los problemas a enfrentar. Pero el creciente ejército de desocupados –entre el rosario de preocupaciones– es el más ingrato de los problemas.

Es una suerte tener trabajo en estos tiempos de crisis. No tenerlo –no recibir un ingreso mínimo con que satisfacer necesidades personales y familiares– es un calvario. El sector productivo lastimado –sin signos vitales de recuperación– es el principal generador de trabajos. Las contrataciones gubernamentales, de activistas, de prosélitos, es a costa de los despedidos, de otro color, que van para la calle. Los trabajos que se perdieron durante la pandemia –debido al confinamiento que hundió los mercados– no se han vuelto a recuperar. No hay tal rebote de la economía, ni incentivo que lo aliente. No hubo, como en los Estados Unidos, paquetes de estímulo económico y de compensación social que ayuden a una pronta reactivación. “En Honduras –otro hallazgo del INE– la gente sobrevive, en buena medida, de la venta en la calle, de la economía informal, de lo que popularmente se conoce como la rebusca”. “La economía hondureña tiene dos características nefastas: genera poco empleo, y el poco empleo que genera es precario”. (La “rebusca” es algo que el Sisimite entiende perfectamente. Ya que siendo personaje mitológico de la imaginación y de la leyenda, por mucho que lo buscan, son pocos los que lo han visto. Y por más que lo busquen, difícil que vayan a encontrarlo. Y si llegaran a encontrarlo, va a ser susto de las once mil vírgenes).

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