Todo poder corrompe

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11 de junio de 2022
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12:04 am
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Todo poder corrompe

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Me matriculé en la UNAH el mismo año que triunfó la Revolución sandinista. Recuerdo que en cada clase había no menos de sesenta estudiantes, de los cuales, una cuarta parte eran nicaragüenses que venían huyendo de su país debido a la guerra civil que se había desatado entre el Frente Sandinista de Liberación Nacional -FSLN- y el régimen del dictador Anastasio Somoza Debayle. A muchos de ellos los habían enviado sus padres para impedir que los reclutara el ejército o la guerrilla, pues ya sabemos que en medio de los despelotes todos corremos peligro, y nadie se hace responsable de los vejámenes y crímenes que cometen los bandos en pugna. De ello pueden dar fe los familiares de Roque Dalton y de los jesuitas de la UCA asesinados en El Salvador en 1989.

Eso sí, todos aquellos “chavalos” creían a pie juntillas en la misión liberadora del FSLN, incluso, algunos de ellos formaban parte de la guerrilla. Los recuerdo entrando y saliendo de las madrigueras que tenían por sedes los frentes de izquierda, o jugando a las cartas cuando no tenían el megáfono en la mano para arengar a los “burguesitos” que seguían “alienados por el sistema”, según decían con desdén y superioridad ideológica. En las clases de ciencias sociales, los nicaragüenses eran los más “pintados”, mientras los hondureños nos quedábamos callados pues no entendíamos ni “jota” de marxismo ni de revoluciones. A ellos se les daba bien el guiso.

Cerca del mediodía del jueves 19 de julio de 1979, me encontré con “Marquitos” en Ciudad Universitaria estacionando su impecable Mercedes Benz setentero. Marcos o “Marquitos”, como le decíamos cariñosamente, era un estudiante de Economía, originario de León, y aunque provenía de una familia muy acomodada, adversaba radicalmente con la tiranía somocista como casi todos los jóvenes nicaragüenses. Me dio un fuerte abrazo y me dijo con evidente exaltación que la tiranía había llegado a su fin y que Nicaragua finalmente era un país libre. De paso, aprovechó para invitarme a un mitin que se celebraría esa misma tarde frente a la biblioteca central. Por supuesto que no fui.

Con el paso del tiempo, esos “chavalos” regresaron a su país ya cuando el sandinismo se había entronizado, y la “Cuba centroamericana”, el primer faro revolucionario en tierra firme comenzaba a funcionar como la segunda maquinaria de exportación internacionalista, tal como lo había soñado el propio “Che” Guevara.

A estas alturas del partido, todos mis buenos excompañeros nicaragüenses -a quienes jamás volví a ver-, se dieron cuenta de que el poder corrompe, no importa si los líderes gozan de prestigio moral o si pregonan los ideales mesiánicos más apasionantes de la historia. Es decir, Daniel Ortega y “La Chayo”, se quedaron solos reinando en dictadura absoluta. Estafaron los ideales revolucionarios, porque vieron que el poder era bueno. Se dieron cuenta que lo que más les gustaba a los Somoza, es decir, gobernar sin cortapisas y enriquecerse a costa del Estado, es un regalo providencial que no se puede desaprovechar por nada del mundo, aunque tengan que desterrar a sus opositores o encarcelarlos por desbocados. Y si alguien les cuestiona sus deslindes; si alguno se atreve a cuestionar la expansión corporativa de los Ortega-Murillo, se va directo a la chirona como hacen los dictadores latinoamericanos de linaje puro. “La Revolución se puede ir a la mierda”, debió haber acordado en la cama la pareja presidencial, riéndose de lo brutos que fueron en aquellos románticos años 70.

Toda ideología libertaria nace pura e inmaculada, pero se pudre con el paso del tiempo. De aquella gesta sandinista solo quedan las buenas canciones de Carlos Mejía Godoy, y “Aquel amigo”, poema de Neruda que versa sobre el único revolucionario que ha tenido Nicaragua y que se llama Augusto César Sandino.

Todo eso sucede, mis amigos, cuando los políticos prometen refundar una sociedad en nombre de la libertad y la justicia, pero después se dan cuenta que pierden el tiempo; que el “business” es más importante que andar salvando gente que no conocen ni agradece.

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@Hector77473552

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