CAMARÓN DORMIDO

ZV/27 de February de 2021/12:31 a. m.

LA ironía –comenta un amigo lector el editorial de ayer– es que la NASA ya puso robots en Marte y nosotros seguimos sin saber usar los semáforos”. No solo usarlos, sino que nunca pudieron sincronizarlos; como a veces los encendían y otras veces permanecían apagados, quedaron inservibles. Decíamos ayer que la UNCTAD concluyó que América Latina está mal preparada para asimilar las tecnologías nuevas y emergentes como la inteligencia artificial (IA) o el “big data”. Lo que a no dudarlo va a determinar los niveles de competitividad de cada país en relación a los demás. Como la estructura de sus mercados laborales. Sus posibilidades de adaptación a las nuevas realidades –DC, después del coronavirus– y de triunfar o perecer. El reto planteado demanda una reingeniería total de los sistemas educativos. En la cola de la región se sitúan Nicaragua (que ocupa el puesto 125 en el índice global), Honduras (122), Bolivia (116) y El Salvador (106). “La clasificación se elaboró midiendo cinco variables: investigación y desarrollo en nuevas tecnologías, estado de la industria de telecomunicaciones local, capacitación para los nuevos sectores, facilidades de financiación en ellos y despliegue general de estas industrias en el país”.

“El índice analiza no solo el futuro de la IA y el manejo de grandes bases de datos, sino también sectores como el internet, el blockchain, las redes 5G, la impresión 3D, la robótica, los drones, la edición genética, la nanotecnología y la energía fotovoltaica”. La pregunta sería: ¿Qué tan listo está el sistema educativo nacional para hacer frente a semejante desafío de recomposición? ¿Qué pasos se han tomado para iniciar ese proceso de remodelación en los planes de estudio y los currículos académicos? Menos mal que aquí no tenemos que lidiar con esas grandes preocupaciones que atormentan a los demás países del mundo. Como siempre, el atraso y la costumbre a improvisaciones y en soluciones cosméticas dan una especie de falso sentido de resignación. Conformarse que el sistema educativo se acomode a las clases virtuales para compensar la imposibilidad de las misas de cuerpo presente. El único rompecabezas –piensan– si ya no pudieron dar el internet gratis que ofrecieron, sería cómo puercas hacer con la conectividad a remotas aldeas y caseríos de la ruralidad. Mientras los padres de familia se quiebran la cabeza, buscando cómo hacer para que sus hijos no se pierdan en las tinieblas de la ignorancia. Hay tecnología. Pero qué uso hacer con ella de manera que los estudiantes no tengan que caminar kilométricas distancias, cruzar ríos, atravesar montes y trepar hasta el pico de los cerros para agarrar señal.

Pues bien, si no hay esperanza de tener lo asequible, menos que haya para lo inalcanzable. Sobre los factores analizados para determinar hacia dónde va el futuro de la tecnología en el mundo. “Estos sectores constituían un mercado de 350,000 millones de dólares en 2018 que, a mediados de esta década, podría casi multiplicarse por 10 hasta los 3.2 billones de dólares, (de ellos, 1.5 billones en el internet de las cosas y 500,000 millones en robótica)”. Y aquí la desgracia para los mal preparados. “Las nuevas tecnologías están aumentando la brecha económica entre países desarrollados y en desarrollo, como ha venido ocurriendo desde que las sucesivas revoluciones industriales fueron cambiando periódicamente las bases de la economía”. Pero esa no es toda la fatalidad. Sino que estas mayores oportunidades para los sectores nacientes implica que la automatización se apoderará de los puestos de trabajo a gran escala. Hoy por hoy la incapacidad de cualquier nación a una rápida adaptación equivale a una condena de no sobrevivencia. ¿Quién no sabe qué fin tienen los camarones que se duermen?