LOS MOTOCICLISTAS

ZV/28 de April de 2024/12:41 a.m.

EL motociclismo se puede percibir como trabajo, turismo, salud, ocio y deporte, con el añadido catracho de desgracias individuales y familiares, pues hay una especie de consenso que la mayoría de los accidentes viales son provocados por los motociclistas, especialmente en las ciudades más pobladas del país: Tegucigalpa, San Pedro Sula, Choloma, El Progreso, La Ceiba y otras. Además de esto hubo un tiempo (no hace muchos años) en que la mayoría de los atracos y asesinatos se perpetraban desde estos medios de transporte en marcha, con dos individuos, hasta de ambos sexos: uno que se encargaba de manipular el aparato de dos ruedas, y el otro de atracar o de asesinar a alguien, con armas de fuego.

Hoy en día, todas las semanas se observan en las calles, avenidas, atajos y carreteras, accidentes viales causados por la imprudencia de un alto porcentaje de motociclistas, fenómeno que se acrecentó en el contexto de la pandemia, en tanto que eran los medios más ágiles y aceptables para transportar alimentos y medicinas a domicilio. Podría hasta afirmarse que cumplieron, en aquel triste momento, una misión saludable y plausible en beneficio de la nación. El problema es que la pandemia fue neutralizada y el número de motociclistas creció como un fenómeno que pareciera del todo incontrolable.

Los motociclistas, en su mayoría, se desplazan a grandes velocidades por la izquierda, por la derecha, por el centro o por cualquier lado, quedando “el alma en un hilo” de los conductores de carros. Los motociclistas salen como de la nada provocando los accidentes, las fracturas en los huesos y sus propias muertes. Pero aparte de eso les generan grandes problemas a los otros conductores que, sin ser la causa de los accidentes viales, a veces son enjuiciados por errores fatales de los motociclistas, que aunque realicen trabajos debiera existir un mecanismo de tránsito realmente regulatorio en beneficio de ellos mismos y de las empresas en donde laboran, sin afectar a terceras personas.

Otros aceleran las “motos” por el mero placer morboso de acelerar y de desafiar al destino, como si estuvieran en una competencia deportiva. En muy raras eventualidades los policías de tránsito los detienen y los sancionan. Con ellos aplican aquel famoso eslogan económico clásico de “dejar hacer y dejar pasar”. No sólo irrespetan a los conductores de automóviles de cuatro ruedas, sino que además atentan contra la vida de los peatones, ya que incluso corren sobre las aceras y pocas veces respetan los semáforos y otras señales viales, indispensables para los ciudadanos de a pie.

Cuando un chofer se detiene con el objeto de darle paso a un peatón o a otro carro, se corre el riesgo que cualquier motociclista vuelva a salir de la nada y atropelle al peatón y parte sin novedad. Es más, algunos motociclistas ebrios, locos o drogados, atropellan gente deliberadamente, sobre todo en las calles de tierra, en las barriadas, dándose a la fuga y dejando a las víctimas en el suelo con graves lesiones, sin posibilidad de un auxilio inmediato o de recibir la indispensable indemnización por los daños.

Proliferan demasiadas motocicletas en ciudades como Tegucigalpa y sus alrededores, ya sea justificada o injustificadamente, y crean excesivos problemas viales. No hay nadie que controle esto en forma sistemática. Ni siquiera hay nadie que pueda corregir a los motociclistas que irrespetan todas las leyes de tránsito habidas y por haber. Por supuesto que existen excepciones de la regla, de unos pocos motociclistas cuerdos, que se desplazan con moderada velocidad por los carriles correctos. O que simplemente hacen deporte.