¿MONARCAS?

ZV/27 de April de 2024/12:07 a.m.

LA nena de los cuentos: “Hoy quiero presentarles mi nueva historia de las mariposas. Bueno, comencemos. Hace mucho tiempo atrás, había una pequeña mariposa, llamada Carolina. Esa pequeña mariposa, no era colorida, era color negro, sencillamente, negro. La mariposa nació con una enfermedad muy grave; desde que estaba en el huevito. Nació horriblemente mal. Les quiero contar su desarrollo. Primero ella era un huevito, ¿verdad?, como les estoy diciendo, un huevito diminuto. Luego a ella le empezó a crecer la enfermedad solo que no se veía, entonces, parecía una oruga normal. Era un oruga normal, común y corriente solo que ahí no se le veía la enfermedad; pero ya la tenía”.

“Entonces, en el capullo, en su crisálida, ¿pues ahí fue donde empezó a mover las alas, ¿verdad? Pero tenía una enfermedad de alas. Podía quedar sin alas, quedar como una oruga, para siempre, o sus alas podían hacerse polvo. Pero le pasó algo inesperado, las alas se le hicieron negras. Ella iba a ser una mariposa monarca, toda su familia era monarca, pero por su enfermedad no pudo. Bueno, ella pasaba muy enojada porque todos los niños le tenían miedo. Pobre mariposa”. Entonces, después de unas semanas vio a todas las mariposas, ahí juntas, con muchos colores. Vieron a nuestra pequeña mariposa Carolina, y dijeron: “¡Ay! Me encantaría tener esa suerte”. Otra de las mariposas dijo: “A mí también, qué suertuda es esa”. Carolina, poco a poco, se acercó a ellas y les dijo: “Hola, hola ¿cómo se llaman?”. Ana, y Alexa y se presentaron. Entonces lo que pasó fue una cosa terrible, nooo… genial, genial, perdón, genial. Ana y Alexa le dijeron a Carolina: “¡Ay me encantaría tener esa suerte, que tú tienes!”. Y ella les respondió: “¿Cuál suerte?, todos los niños me tienen miedo a mí”. Ana y Alexa le explicaron que ella tenía suerte porque todos los niños no les tenían miedo a ellas, y las querían encerrar en jaulas, en frascos y tenerlas ahí. Pero ella estaba libre. ¿Verdad, mamita? Ella era libre, porque nadie la quería agarrar si todos le tenían miedo. -¿Qué pasó después? -La apura la mamá para que termine la historia. -Carolina dijo que quería tener colores, por lo menos un día, entonces le iban a pintar las alas; eso iba a funcionar. Solo que una mariposa, muy grosera, Calixta, dijo: “No deben pintar nunca esa mariposa fea es muy horrenda”. ¡Huy que grosera! -Ajá. ¿Qué grosera verdad? “Tú eres la más fea de todas, no debes pintarte nunca”. Entonces, para dirimir la discusión, llamaron a su abogado mariposa, y él no sabía qué hacer, ni el juez, ni el magistrado, nada. Hasta que las amigas Alexa y Ana resolvieron el problema. ¿Les digo cómo? Ellas estaban oyendo, y dijeron, “ajá, esto está pasando, tenemos que ayudar a nuestra amiga, tenemos que ayudar, porque ella hasta nos salvó la vida, porque un niño nos quería atrapar y ella lo asustó”.

“Esta mariposa es buena y deben de pintarla; ella quiere probar, como ella nos ha salvado la vida; ella nos ha salvado la vida de un niño que nos quería atrapar. Hum… debe probar cómo se siente pintada y nosotras luego la salvaremos si se mete en problemas y punto”. “Así quedó. ¡Hum!… Entonces, se asombraron cuando vieron que a la mariposa grosera un niño la había agarrado y la tenía metida en un bote”. Tengo una moraleja para esta historia: Hay que querernos. No hay que decir que no somos útiles. Todos somos útiles para algo. Hay que quererse a sí mismo. Hay que querernos como somos. Alguien puede ser mejor que nosotros en una cosa, pero nosotros podemos ser mejores que esa persona en otra cosa. (Colorín colorado). (El titular –entra el Sisimite– dicho sea de paso, nada tiene que ver con el movimiento nacionalista de los Callejas. -Lo admirable del cuento –interviene Winston– es que los niños den lecciones de pundonor a los adultos. -Claro –tercia el Sisimite– buena la moraleja a la sociedad donde campea la odiosidad de frustrados que pasan denigrándose unos con otros. Quizás ignoran que la negrura no está en la superficie sino en lo hondo del alma y de la conciencia. -Nada que rebatir –suspira Winston– en lo individual y en lo colectivo debemos tener autoestima, deponer esa actitud nociva de maltratar la imagen del país como que nada valemos. El respeto que den los de afuera será proporcional al amor propio y en la medida de lo que uno se dé a respetar).