Naturalizar las ciudades

MA/30 de March de 2023/12:17 a.m.

Guillermo Fiallos A.

Naturalizar -entre sus distintas acepciones-, significa hacer que una especie animal o vegetal, adquiera las condiciones necesarias para vivir y perpetuarse en un entorno distinto de aquel de donde procede.

En parte, lo escrito en el párrafo anterior, lo están haciendo varias ciudades europeas, americanas y asiáticas; provocando mediante estrategias cuidadosamente diseñadas, que la fauna salvaje regrese a sus sitios de siempre, y que fueron usurpados por las metrópolis que les echaron de su hábitat natural. Por tanto, no es literalmente un proceso de naturalizar, sino, de devolverle a los animales silvestres aquellos espacios que se les arrebataron siglos atrás.

En Europa, una de las urbes abanderadas en este proceso de convivencia armónica entre fauna y flora naturales, es Berlín, la capital alemana. Esta, se ha visto favorecida, en poco tiempo, con el retorno a su territorio de: mapaches, zorros, erizos, jabalíes, tejones, castores y decenas de especies de aves, que han encontrado en los ambientes rediseñados para ellos, el estilo de vida que allí tenían sus ancestros decenas de años pretéritos.

También, se ha favorecido la creación y expansión de múltiples áreas verdes; las que convierten el paisaje artificial de cemento y concreto, en pequeños bosques que permiten el auge de la vida vegetal y animal, que ya se consideraba extinta en esos lares.

Además, está el beneficio que traen los árboles para la producción de humedad, sombra, aire limpio y escenarios más plácidos para la vista humana, donde la biodiversidad se incrementa a través de corredores ecológicos, que viabilizan el tránsito de la fauna desde la espesura cercana; la cual cruza los puntos cardinales de Berlín o, simplemente, se estaciona en alguno de los parajes seguros y agrestes que ha trazado la ciudad. Todo lo anterior ha causado mejoras en la salud física y psicológica de los ciudadanos; quienes apoyan a plenitud este novedoso y justiciero plan de devolver a la naturaleza, los ambientes que le correspondían.

Con más flora se tendrá menos contaminación, se disminuye el sofocante calor durante el verano, los suelos verdes retienen el agua y convierten a los árboles en pulmones de las ciudades, en medio de una crisis climática sin precedentes en los tiempos modernos.

Otras urbes están realizando trabajos de corredores ecológicos convirtiendo calles y avenidas, en verdaderas autopistas naturales amigables con los reinos vegetal y animal. Así, se han visto reverdecer metrópolis en China, donde se han plantado más de 100 millones de árboles; Madrid, está haciendo lo suyo y ya está eliminando la idea de contar con parques de cemento. París, se reverdece como en tiempos ancestrales. Huertos urbanos son fomentados en Nueva York; al igual que décadas anteriores lo hicieron varias ciudades colombianas con los jardines hidropónicos.

Minneapolis en los Estados Unidos de América es un ejemplo de armonía entre humanos y animales. Zorros, pavos salvajes, ardillas y otras especies transitan por sus arterias viales.

No obstante, hay poblaciones en las cuales, la fauna ha reclamado -hasta con algún grado de violencia-, los territorios perdidos. En India, es común ver cómo los monos se han apoderado de las áreas públicas y hasta tigres amenazan la integridad de sus habitantes; pues ya no tienen dónde ir y se sienten acorralados, sin árboles que los alimenten o animales para la caza.

En Latinoamérica, lamentablemente, estamos lejos de llegar a ese equilibrio ecológico y justo, para cumplir con la responsabilidad histórica que permita construir puentes de sobrevivencia no solo para las otras especies; sino también, para la propia humanidad.