Desigualdades sociales y COVID-19 en Honduras

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11 de mayo de 2020
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12:39 am
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Desigualdades sociales y COVID-19 en Honduras

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

A nuestra pobreza de origen estructural ahora se le suma la COVID-19, una pandemia del siglo XXI, que ataca el aparato respiratorio de los hondureños y hondureñas. Tales aparatos respiratorios no funcionan de igual manera, es muy variable dependiendo del tipo de organismo y su hábitat. A la fecha ya se suman 105 muertos y 1,685 infectados siendo los departamentos de Cortés, Francisco Morazán y Atlántida los más afectados por la pandemia. Precisamente, son áreas territoriales en donde las desigualdades sociales se reflejan con mayor dramatismo, dada la existencia en ellos, de altos números de desempleados, de trabajos informales viviendo en conglomerados de asentamientos marginales en los que sobreviven a como dé lugar.

La cuestión de la desigualdad social apunta a la situación de los vulnerables bajo condiciones de pobreza, al segmento social de los mayores, la clase trabajadora y las y los más desposeídos. En Honduras, el sistema capitalista y su modelo neoliberal no los han favorecido, más bien han empeorado sus condiciones de sobrevivencia. Además, es una desigualdad social que se ve aumentada por la corrupción histórica, derivada de la concepción de “Estado botín” que ha privado desde tiempos coloniales.

Debemos entender que el virus COVID-19 puede afectar el organismo de cualquier persona, sin embargo, en términos socioeconómicos no a todos les afecta por igual. Esto se debe a las desigualdades que existen entre las clases sociales. En el caso de la cuarentena, no todas las poblaciones cuentan con viviendas adecuadas para el distanciamiento social, no tienen los servicios básicos como la luz, el agua y desagüe. Muchas familias hondureñas se encuentran en una situación de precarización laboral, la mayoría de sus miembros activos son trabajadores informales porque no cuentan con ventajas necesarias de supervivencia. Nuestros trabajadores se llevan la peor parte. Es nuestra fuerza laboral la que soporta el mayor riesgo de contraer el virus en sus trabajos (si aún pueden trabajar) y están expuestos a ser despedidos.

Asimismo, el personal de salud también enfrenta condiciones precarias porque a pesar de cumplir un papel decisivo por ser quienes se encargan de cuidar nuestras vidas para combatir la COVID-19, no gozan de un ambiente laboral óptimo, más bien deteriorado y con deficientes recursos tecnológicos o de bioseguridad. Vale la buena acción que tomó el presidente del Congreso Nacional al presentar la iniciativa de darle permanencia formal a su estatus laboral, lo cual fue aprobado.

Desigualdades sociales y COVID-19 en Honduras

Este contexto de precariedad impacta en la mayoría de hogares hondureños y son las mujeres las que se llevan la peor parte. En este tiempo de pandemia, los cuidados se vuelven más necesarios y son las mujeres las que se encuentran en primera línea para realizar diversas actividades: trabajo del hogar, trabajo de limpieza pública, venta de alimentos en mercados populares o en las calles, trabajos sanitarios hospitalarios, atención en farmacias, además de labores médicas y de enfermería. Estos trabajos no se deben invisibilizar, sobre todo en estos momentos de pandemia que son agudizados o mayormente explotadas por la propia condición del sistema capitalista que tenemos.

Al presupuesto para la salud se le debe dar la mayor importancia porque de no dársela son las personas bajo condiciones de pobreza y extrema pobreza las que aportarán más muertes en el historial estadístico, si se registran, con algún indicador que denote el estatus socioeconómico.

El gasto per cápita en salud va a aumentar y tiene que procurar el acceso por igual al sistema de salud, específicamente el acceso a la salud de los más desposeídos. Tenemos que cambiar el contexto de la salud pública en lo que respecta a la calidad y el acceso, priorizando los intereses de los pobres y la asistencia social a ellos. Y tampoco se puede desatender otras enfermedades patológicas como: los que tienen problemas cardiacos, vasculares, diabetes, cáncer. El hecho que estemos atacando el problema concreto del COVIS-19 no debe implicar la desatención de las demás enfermedades. Los trabajadores sufren tipos de enfermedades asociadas al nivel de calidad de vida y capacidad adquisitiva. Este virus que enfrentamos es producto del sistema en que vivimos. Estoy de acuerdo con quienes afirman que las enfermedades del siglo XXI están relacionadas a los cambios que genera el modelo neoliberal y el sistema capitalista. Este sistema “se ha caracterizado por la acumulación de capitales y resguardar sus intereses económicos, que en muchos casos nos han llevado a la precariedad, individualismo, consumo, guerras y la destrucción del medio ambiente. Es urgente y necesario que en Honduras el sistema de salud pública garantice una calidad de atención y tenga los recursos sanitarios suficientes para reestructurar el sistema de salud pública, no solo para resistir la pandemia COVID-19 sino los próximos virus.

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