Potestad constitucional

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18 de junio de 2020
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12:05 am
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Potestad constitucional

Marzo de mujeres

Por: Carolina Alduvín

El Artículo 160 de la Constitución de la República de Honduras de 1982, vigente a la fecha –con todo y algún cambio y atropello– expresamente señala que la UNAH es autónoma y goza de la exclusividad de organizar, dirigir y desarrollar la educación superior y profesional; sin embargo, en un audio, tomado de una sesión virtual del Congreso Nacional, una voz de pitoreta afirma que nuestra máxima casa de estudios no puede seguir siendo el Estado en materia de educación superior. Y para hacer parecer válida su aseveración, argumenta que el Banco Central de Honduras, tiene por encima a la CNBS, Hondutel a la Comisión Nacional de Telecomunicaciones.

Aparentemente, se trata de todo un ignorante en materia de Derecho Constitucional, dado que se está proponiendo una reforma constitucional que, hasta donde me dicen los abogados, solo puede hacerse en una Asamblea Nacional Constituyente. Asunto que igualmente se pasaron por el arco del triunfo los directivos que programaron el punto de agenda y todos los que permitieron que el asunto se discutiera ahí, en cuenta los diputados que se autodenominan “de oposición”.

El rector Herrera afirma que nuestra Universidad no es una empresa de telefonía obsoleta, ni una entidad que se vio superada en sus responsabilidades y llama a todos a la defensa de su autonomía. En efecto, la UNAH sigue siendo la mejor institución de nivel superior en el país, la única que acredita investigación científica y vinculación con la sociedad. Su autonomía tampoco está en riesgo –igual fue violada allá por los años 80s para imponer a un personaje nefasto que comenzó a llamarse magnífico a sí mismo– y ningún defensor de la institución debe caer en la trampa. Lo que está en juego es la función exclusiva que le otorga la Constitución y su ligado 6.

Para nadie es un secreto que el partido de gobierno, a través de sus simpatizantes en posiciones claves de la jerarquía universitaria, es quien ha dirigido la política institucional en la última década, con pocas voces fieles a los más altos valores institucionales; que los estudiantes perdieron su representación desde el momento en que se redujo su participación en los organismos de gobierno, al no poder llegar a acuerdos para decidir quiénes han de ocupar las pocas sillas disponibles, que las cabezas de los 3 poderes formales del Estado han sido afines a los más recientes rectores.

Así como hemos visto que fuertes instituciones autónomas del Estado han sido privatizadas, no es de extrañar la tendencia de corte neoliberal a que la UNAH deje de supervisar a las ahora numerosas universidades privadas. Si esta antipatriótica intervención lograra concretarse, algunos de estos establecimientos comerciales lograrían quedar como centros de docencia sin desarrollar la función universitaria de colaborar al avance de las ciencias, innovaciones tecnológicas y desarrollo comunitario. El nivel superior de educación en manos de accionistas privados, sin supervisión estatal correría el riesgo de perder calidad y de convertirse en una mercancía más, con la cual traficar y especular en forma de títulos.

Quienes están promoviendo este despropósito, por lo visto no tuvieron dificultad en encontrar un politiquillo que les hiciera el mandado, dañando a una institución nacional y por ende al país y su sociedad. Tampoco es de extrañar que se intente dar el zarpazo en estas horas de confinamiento forzoso, confiando en que no se están reuniendo ni estudiantes, ni docentes, ni otros miembros de la comunidad universitaria, que no se permiten reuniones de más personas de las que pueden contarse con los dedos de las manos y, cuando la población está pendiente por un lado, de no contagiarse del sobredimensionado virus que aqueja al mundo y, por otro de subsistir privados de ingresos, de empleos y de oportunidades en una economía que va a quedar más dañada que la salud de muchos.

La experiencia indica que iniciativas como las del de las cervecitas heladas, son globos sonda, también hemos visto otras que se lanzan echando mano de cuanta argucia es posible, como las amenazas de destitución, el tintineo de las monedas, la persuasión y contubernios. Hemos visto cómo los pétreos fueron disueltos, así que no es un asunto que se pueda desestimar ni ahora, ni más adelante. Desde la aparición de las universidades privadas y con el avance acelerado de cada vez más medidas neoliberales, la UNAH sigue amenazada en su función esencial.

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