CON CUCHARA GRANDE

ZV
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4 de julio de 2020
/
12:25 am
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CON CUCHARA GRANDE

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

NO vaya a ser que en la distribución de los fármacos y de las vacunas vayamos a quedar relegados como sucedió con las pruebas para el coronavirus. Cuando aquí los pedidos de reactivos y los kits llegaban a cuentagotas, imposibilitando la masificación de los exámenes clínicos, la embajadora hondureña apelando a la presumible influencia del Secretario General de la ONU, le solicitó gestionar 250 mil pruebas para Honduras. Bajo la impresión que esas burocracias internacionales y sus sucursales en el mundo, tienen manera de abrir cupos a las naciones pobres olvidadas, cuando los poderosos y los más adinerados se han repartido las existencias con la cuchara grande. Sin embargo, la respuesta fue que la OMS/OPS local –que dicho sea de paso todavía no abre un portal de transparencia para aclarar noticias falsas que trascienden antes que crezcan a tamaño de escándalo dañando dignidades e informar al desconfiado público los insumos que recibe y lo que entrega al país– suministraría cierta cantidad.

Que al final solo resultó ser la tercera parte de lo solicitado. Al día de hoy –ahora que con este rebrote lo adeudado caería como anillo al dedo– todavía el pueblo hondureño sigue a la espera de las otras dos terceras partes. En esta etapa peligrosa del ascenso de la curva de contagios –conociendo que las cosas hay que decirlas muchas veces con la esperanza que a fuerza de insistir vayan calando– es oportuno repetir lo que decíamos en editorial anterior: “Los últimos serán primeros –según San Mateo– pero estos pintorescos paisajes acabados, relegados a los postreros rescoldos de la cola, no van a ser los primeros en conseguir ni los fármacos efectivos para tratar el coronavirus, ni la vacuna que inmunice contra el contagio, a los cuales seguramente tendrán prioridad los países ricos y más aventajados que los desarrollan. El gobierno estadounidense adquirió la totalidad de todo el Remdesivir producido en julio por una empresa farmacéutica y el 90% de la producción de agosto y septiembre, para abastecer sus hospitales”. “Se trata de un antiviral, administrado por vía intravenosa, que ralentiza la producción de nuevas partículas de virus y, como resultado, una infección viral se desarrolla con menos rapidez y los pacientes en estado grave se recuperan una media de cuatro días antes de lo habitual”. Como el imperio ya se apoderó de todo el suministro de ese fármaco milagroso que bloquea el virus y acorta los días de padecimiento, habría que indagar si ese u otros laboratorios fabrican los equivalentes genéricos para que los desamparados puedan tener acceso a la medicina.

En estas diligencias, no hay de otras que seguir dependiendo de los mismos; de las pachorrudas oficinas internacionales que buen cambalache harían si interceden con los laboratorios que fabrican el remedio para abastecer a los gobiernos lo que no pueden conseguir de escurridizos proveedores privados. Ya ven qué fregada con eso de los tales hospitales móviles que continúan en alta mar sin atracar en el puerto de destino; primero llegó la densa capa de polvos tóxicos del Sahara, cruzando la inmensidad del mar Atlántico, que el pedido urgente colocado por los compradores oficiales. Varias veces –con respeto al mejor criterio de los expertos– preguntamos si no era posible acondicionar las instalaciones vacías de ese Centro Cívico equipándolo con lo inmediato para detectar contagios y asistir pacientes en vez de comprar carpas brujas prefabricadas a los turcos. Para no divagarnos en otro tema, sigamos con este que nos ocupa. Otra vez la OMS, que maneja programas solidarios de asistencia con estos países, siquiera para esa diligencia, debe moverse inmediatamente. Para habilitarle al país esos fármacos novedosos y colocarlo no abajo sino que arriba en la lista de prioridades, en la medida que en los distintos países donde hay científicos de verdad y universidades prestigiosas que sí hacen investigación, vayan sacando las vacunas.

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