Novísima “Atenas” en Santo Domingo

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9 de agosto de 2020
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12:00 am
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Novísima “Atenas” en Santo Domingo

Por: Segisfredo Infante

El día martes 28 de julio recién pasado, cumplieron treinta años de existencia y funcionamiento, tanto el “Ateneo Insular” como el “Movimiento Interiorista” de República Dominicana, dos instituciones muy vinculadas entre sí, bajo el liderazgo del filósofo, y filólogo, Dr. Bruno Rosario Candelier. El “Ateneo” en sí mismo, registra un antecedente previo con el “Ateneo de Moca”, pueblo natal de “Don Bruno”, el cual comenzó a operar en la década del sesenta del siglo pasado. El movimiento de literatos interioristas, en cambio, se organizó el 28 de julio de 1990. Curiosamente los primeros veinte años los celebraron en San Pedro Sula, en el norte de Honduras, en donde el padre Fausto Leonardo Henríquez había integrado a varios jóvenes con inquietudes literarias de tendencia “interiorista”. Hoy el “padre Fausto” reside y escribe en la Isla de Mallorca, España.

La obra publicada de don Bruno Rosario Candelier es vasta, y al mismo tiempo importante en su “quilataje” intelectual. Cuenta con más de cincuenta libros en circulación, y muchos ensayos quizás dispersos. Esto aparte del “Boletín” y de los “Comunicados” mensuales que dirige en la Academia Dominicana de la Lengua, de la cual es director, y en cuyas páginas desfilan varios escritores heterogéneos, oriundos de diversas disciplinas, de adentro y de afuera de aquel país insular. En este punto vale la pena recordar que en una visita a Santo Domingo me convirtieron en “Socio Correspondiente” de la Academia Dominicana de la Lengua, acto con el cual me honraron, para siempre, en una tarde lluviosa inolvidable, en la novísima “Atenas” de América Latina. Por eso, de vez en cuando, publican o reproducen algunos de mis textos orilleros.

Este concepto de “Novísima Atenas” posee, desde mi punto de vista, significados y significantes históricos añejos, y algunos recientísimos. Para comenzar conviene recordar que en Santo Domingo se localizan ciertos inmuebles que, por su antigüedad fundacional, son los primeros de todo el continente americano. Me refiero a la primera iglesia catedral y a la primera universidad en el “Nuevo Mundo”. Además de ello se presume que ahí descansan los restos mortales de Cristóbal Colón, con un nivel de probabilidad que anda por encima del noventa por ciento. Luego, dentro del edificio colonial de la “Caxa Real”, se resguardan manuscritos incunables. Vale la pena subrayar, además, lo relacionado con el “Alcázar” de don Diego de Colón, lo mismo que un verdadero centro histórico colonial en la ciudad capital, un poco a la manera medieval de las viejas ciudades europeas, que son un orgullo del “Mundo Occidental”, todavía sobreviviente, a pesar de los muchos individuos de tendencias extremistas que serruchan el piso de nuestra civilización, día y noche.

Mis aproximaciones al pensamiento y a la literatura dominicana, me permitieron descubrir que varios de sus escritores han manejado el concepto fraseológico de la “Nueva Atenas” para referirse a Santo Domingo; o bien a una noción espiritual que todavía flota en el aire. Sobre este detalle me pronuncié verbalmente, y positivamente, en el homenaje del cual fui sujeto y objeto en la vieja “Casa de las Academias”, en donde se encontraban representantes del “Ateneo Insular”, del “Movimiento Interiorista” y de la “Academia” misma. Todavía, con el paso de los años, recuerdo los discursos elogiosos de “Don Bruno”, Manuel Núñez y de otra persona más, en tanto que suelo ser irremediablemente agradecido.

La idea que en América Latina se podría “fotocopiar” la experiencia de la Antigua Atenas, se la ha ocurrido a otros escritores, entre ellos al guatemalteco Miguel Ángel Asturias, con un posible proyecto poético centroamericano; y creo que también al mexicano Alfonso Reyes, un apasionado de la cultura griega. En Honduras Froylán Turcios y Rafael Heliodoro Valle fueron fundadores de “Ateneos”, tanto lugareños como continentales. Tal es el Caso del “Ateneo Americano” fundado en Washington por el mencionado Heliodoro Valle. Pero claro, una idea debe buscar un asidero geográfico adecuado, y creo que tal asidero podría ser, en primera instancia, Santo Domingo. No como una mera fotocopia, pues soy de la tesis que la “Historia” nunca se repite, sino como una analogía espiritual, en nuevos contextos históricos mestizos.

La pregunta obligada es quiénes en República Dominicana podrían encarnar un proyecto de tal envergadura, en donde el capítulo filosófico, teológico y científico tendría que volverse indispensable. Esta pregunta la he formulado indirectamente al gran pensador don Bruno Rosario Candelier. “Don Bruno” me ha contestado que hay otros pensadores y escritores dominicanos fuertes como Federico Henríquez Gratereaux, Marcio Veloz Maggiolo, León David (a quien conozco personalmente), Tony Raful, José Enrique García, Pedro José Gris y Luis Quezada. Habría que añadir al “padre Fausto”, con su reciente doctorado en teología. Y a una oleada desbordante de poetas interioristas que tendrán que encontrar un cauce. Entretanto habría que repensar la idea de la “Novísima Atenas” latinoamericana.

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