LO QUE SE SABE, SE IGNORA

MA
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30 de junio de 2021
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12:25 am
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LO QUE SE SABE, SE IGNORA

GANADORES Y PERDEDORES

ESTA segunda tanda de editoriales la iniciamos utilizando un titular sugestivo: “Educando para un mundo que no existe”. “Hay mucha gente en España –citamos a un respetado pedagogo– que completa titulaciones universitarias avanzadas y tiene dificultades para encontrar un buen trabajo”. “Y al mismo tiempo, los empleadores españoles dicen que no encuentran a las personas con las habilidades que necesitan”. “Tienes al sistema educativo preparando para un mundo que ya no existe y no haciéndolo para el mundo que estamos viendo emerger”. Proseguíamos, “si hubiésemos omitido el nombre del país sobre el cual se hace el diagnóstico, cualquiera hubiese dicho que hablaba sobre el sistema educativo hondureño”. Sin embargo, rectificar es de sabios. “Educando para un mundo que no es” quizás pueda decirse sobre el sistema español, objeto en la actualidad de una radical reforma educativa. Pero aplicar el término “educar” a la enseñanza impartida aquí en el país no solo es halago inmerecido sino alarde absolutamente pretensioso.

Una propuesta elaborada por rectores universitarios y algunos medios de comunicación que participamos en un conversatorio reciente, fue enviada a la autoridad. Esta reacciona informando que “la mayoría de los temas están contemplados en la estrategia 2018-2022 y en el plan 2021”. Pues bien, alégrense, ya hay papel escrito sobre el particular, aunque no se oiga ruido por ningún lado. Y si se mueve, es sin perturbar la paz, en el más discreto silencio. La vaina es que papeles abundan. De planes que nunca se ejecutan se podría pavimentar el camino al infierno. Esto, lo obsoleto del sistema educativo y lo improbable que con la presente metodología y contenido curricular en la enseñanza vayamos a superar las fronteras tercermundistas, no es perpleja realidad como para confiar cualquier reforma educativa a manos únicamente de la parte oficial. Menos ahora que la pandemia le dio vuelta de calcetín a todo lo de antes. Y menos aún si lo de antes no funcionaba. Y peor todavía, cuando se trata de una disyuntiva de vida o muerte, sobre la cual debiese existir conciencia nacional. Tan claro lo anterior, que nadie se ha enterado que aquí se implemente ningún tipo de reforma o de revisión de todo esto que nos ha mantenido estancados y a oscuras en eclipse inacabable. No hay debate siquiera sobre el particular. Ningún grupo de “chatarras de los chats” dedican el día a platicar sobre ello. Son otros los mensajes que intercambian desde sus burbujas de frívolo entrenamiento que nada tienen que ver ni con la lectura constructiva que forma e informa ni con la educación.

Tampoco es materia de interés de la clase política. Allá en esas élites que aspiran dirigir los destinos nacionales lo que concierne son los sectarismos divisivos, los fraudes reales o inventados como pretexto de los fracasos. Se disfruta de ataques al adversario, del chinchorreo contagioso perdiendo tiempo en la holganza sin tener que tratar nada serio. Ah, y atentos del basural que se revuelve en las redes sociales. Sí, por gracia divina algunos responden a los escritos con inusual interés. Aunque la generalidad da el mensaje por leído –si es que en realidad leyeron– sobreentendiéndose que lo educativo es de importancia, pero no les concierne. Deducen que ese no sea asunto de ellos sino de otros. Así funciona la indolencia colectiva. Lo que es responsabilidad de todos, o debería serlo, acaba siendo responsabilidad de nadie. “Mi hija que está en la universidad –un breve comentario de una madre amiga– se queja que nada de lo que le enseñan le va a servir en la vida”. Imagínense ustedes qué fatalidad, descubrir que de nada le va a servir en la vida lo que aprende, aparte de enterarse que la educan para un mundo que ya no existe”. ¿Qué trabajo conseguirá cuando saque el título? Descartando todos los trabajos que van a desaparecer ahora que –según advertencia de los inteligentes– la inteligencia artificial está sustituyendo la utilidad de la mente humana. Pero el tema educativo no es tema de nadie. A los jóvenes que debería preocupar, si se han dado cuenta que aprenden cosas que de nada les van a servir, –cursos obsoletos de una metodología desfasada– quién sabe cómo cargan a cuestas la cruz de tanta resignación encima. Si allí, en esa sola desilusión, de lo que atañe al presente y al resto de sus vidas, tendrían estudiantes y padres de familia causa de protesta para una revolución. Pero por cambiar eso, la herrumbrosa estructura educativa, no se revuelven. Los colegios magisteriales, llamados a presionar sobre la reforma educativa, no se les escucha terciar en público sobre el apremio. En ningún foro se cubre algo tan monótono. Todos saben, y si no saben deberían saberlo, que el atraso en la raíz y en la esencia de lo que rige todo lo demás, no es de kilómetros sino de años luz de distancia. Más grave ahora sabiendo que no adaptarse a la nueva realidad es perecer. Lo triste es que lo que se sabe se ignora, o se trata como si no se supiera.

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