Las tareas para la escuela

MA
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14 de febrero de 2023
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12:13 am
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Las tareas para la escuela

Rafael Delgado

Recientemente leí un acta municipal de hace más de un siglo del municipio de Villanueva, Cortés en donde la corporación acordaba la contratación de maestros para las escuelas de las aldeas ya que el año escolar empezaba en febrero. La contratación de los maestros se justificaba con un sencillo, pero potente mensaje que retumba en cualquier espacio que se pronuncie. Opinaban aquellos líderes locales, quedando constatado en dicha acta de la reunión de corporación municipal de enero de 1890, que “educar a la juventud es hacer progresar a los pueblos”, procediendo entonces a hacer los nombramientos de varias personas que “por sus aptitudes son honradas para servir” en las escuelas de niños de las localidades.

Ese fue el pensamiento que guio la acción de las autoridades locales hace más de un siglo en un municipio de Honduras, donde una incipiente autoridad local con muy escasos recursos y con todas las condicionantes de un contexto con muchos desafíos, contrataba por diez pesos mensuales a sus maestros para que sus niños y niñas se formaran, seguros que la llave maestra para avanzar a una sociedad de prosperidad era precisamente una escuela dotada de buenos maestros. Seguramente en innumerables situaciones se repitió ese episodio en nuestro país. Sin embargo, la idea ha ido perdiendo su fortaleza en la práctica, hasta convertirse hoy en un estribillo que se confunde con otros más y que no pasa de ser un acto de pura demagogia poner en la boca esa palabra.

El año escolar en Honduras ha empezado con una imperiosa necesidad de regresar a la presencialidad. Con sobradas razones se plantea esto. Los principales indicadores que se utilizan hoy en día para medir el progreso educativo del país nos relegan a lugares nada buenos, desnudando el fracaso de la política de educación pública y los imperdonables descuidos de las autoridades públicas y de todo el liderazgo del país. Regresan los escolares a sus aulas que lucen cada vez menos aptas y con materiales escolares cada vez más costosos. A eso habrá que sumarle la pobreza en el hogar que compite lamentablemente con la prioridad de enviar a la escuela a los niños y jóvenes.

Ya tiempos quedó claro que agotar los esfuerzos en alcanzar un simple incremento porcentual en el presupuesto de la educación pública no significada nada, sobre todo sabiendo que eso se va en salario, necesario sí, pero no suficiente para remontar el pasado. Por ello desde diferentes ángulos han surgido suficientes ideas y proyectos interesantes que puestos en práctica marcarían la diferencia. Mucho se ha hablado que el camino hacia la excelencia del sistema de educación pública, empieza desde la formación de los futuros docentes que deberían de caracterizarse por ser los más motivados, los más preparados y con salarios competitivos frente a otras profesiones para que en las aulas se cosechen resultados. Énfasis primordial debería darse a esta etapa ya que sin excelentes maestros tampoco tendremos excelentes estudiantes.

Se ha hablado de clases con recursos didácticos actualizados, cercanos a la realidad de los jóvenes, ajustados para el aprendizaje activo y accesible para todos. Claramente los intentos han llegado a ser muy tibios y esporádicos de tal forma que esos recursos resultan tediosos y sin ningún impacto notable en la formación. Se hablado de un sistema de educación con trayectos variados para acoger a jóvenes con intereses y aptitudes diferentes; que prepare en competencias y que permite un acceso éxito desde temprana edad al mercado laboral. Lastimosamente eso ha quedado simplemente en planes y los jóvenes egresan de un sistema secundario desactualizado sin esperanzas de un buen trabajo.

Finalmente se ha hablado suficiente sobre las carencias en la infraestructura de las escuelas que no cuentan con agua ni saneamiento, sin techo, piso y pupitres. Pero al final los mezquinos incrementos que se aprueban no ajustan ni para resolver eso, mucho menos lo demás. Por mientras, la idea de los tatarabuelos que educar a la juventud hace progresar a los pueblos quedará como un sueño inalcanzable mientras los verdaderos proyectos transformadores no se inicien.

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