DIGNIDAD HUMANA

ZV/23 de February de 2020/12:47 a.m.

ES una frase que se utiliza todas las semanas en artículos, en misas, en cultos religiosos y en conferencias. Pero percibimos que es muy poco lo que se ha aquilatado de esta importante frase para la convivencia general y particular de los seres humanos. De hecho son escasas las personas que practican la correlación de la dignidad humana en todas sus dimensiones. Desde luego que habría que acentuar el tema ligado a la dignidad de los ancianos indefensos; de los niños; de las etnias marginadas; de los enfermos graves en los hospitales; de los desamparados en circunstancias de calle. E, inclusive, de las mujeres abusadas, o insultadas y golpeadas por los borrachos y los “drogos”.

Una cosa es predicar en términos jurídicos y abstractos muy bonitos. Y otra, muy distinta, es que los discurseantes le inyecten contenidos a sus propias prédicas, mediante el respeto al prójimo y a sus libertades cuasi inmanentes. Por eso ya va siendo necesario enriquecer la idea que a la par del concepto de “dignidad humana” aparezca el de “dignificación humana deliberada”, como un proceso histórico necesario para que el mismo no se quede en una cosa vacía; o en un simple discurso.

Tan alto concepto se viene registrando desde el surgimiento del monoteísmo oriental; reforzado por los filósofos griegos; luego por el cristianismo; por el humanismo renacentista; y por la modernidad en general. Con más hincapié a partir de la Segunda Guerra Mundial, en que varios grupos de seres humanos fueron tratados como simples objetos de última categoría y ultrajados más allá de todo extremo, negando la idea que cada individuo de nuestra especie es una “persona humana”, respetable en sí misma, sobre todo en su derecho sacrosanto, e inalienable, a seguir viviendo. Circunstancia que se sigue irrespetando en distintas direcciones, en la vida cotidiana. Inclusive cuando se violenta el principio de “presunción de inocencia” de los indiciados; principio que se deriva del viejo derecho romano occidental. Y de toda una tradición jurídica.

Se ignora, además, cuando los individuos de nuestra especie se ven amenazados, en cada ciclo histórico, de ser suplantados por las máquinas. No tanto para fines productivos o de investigación médica, sino por el simple placer de irrespetar la dignidad humana, colocada por debajo de las máquinas psicodélicas que reiteradamente se ponen de moda, según sea la efervescencia industrial o post-industrial mercantilista, en cada región continental o planetaria, tal como pareciera ser la exigencia inhumana de nuestros días.

Quizás en donde se hace más evidente el irrespeto a este derecho fundamental establecido por las leyes universales, es en los hospitales públicos de los sociedades desarrolladas pero, especialmente, de los países atrasados como Honduras, en que los pacientes son, en el mejor de los casos, ignorados en las salas de espera, y maltratados una vez que se han hospitalizado. Varios enfermeros (de ambos sexos) se dan el lujo de gritarles a los pacientes a cualquier hora del día o de la noche. O dejan de suministrarles los medicamentos especificados por los médicos de turno, algunos de los cuales también son expertos en darles sus espaldas a los pacientes internos en los pabellones, mientras hacen las supuestas rondas de observación. A veces ni siquiera contestan las preguntas de los enfermos comparativos; muchos menos de lo moribundos.

Estos moribundos son los pacientes que más experimentan la mala calidad en la atención humana. Lo normal es que algunas enfermeras y ciertos médicos deseen que el “pacientito” se vaya al “otro mundo” lo antes posible, para que desocupe el espacio y deje de robar oxígeno. Por supuesto que hay médicos y enfermeros extraordinariamente buenos, y con un alto sentido ético respecto de la vida de sus prójimos.