¿Vivimos en democracia?

ZV/26 de October de 2020/12:04 a. m.

Por: Edmundo Orellana

Si por democracia entendemos votar cada cuatro años, vivimos en democracia. Porque nuestro voto lo depositamos con más libertad y transparencia que en otros tiempos, aciagos, por cierto. Esto es, empero, lo único democrático de nuestro sistema político.

Las planillas de diputados y de alcaldes son elaboradas caprichosamente. En elecciones primarias votamos por candidatos escogidos por el dirigente o dueño del movimiento; cuando no hay movimientos no se practican elecciones primarias, en cuyo caso quien escoge a los candidatos es el líder o propietario del partido. De ahí que cuando vamos a elecciones generales votamos por aquellos escogidos, originalmente, por una persona, a quien deben lealtad. ¿Es democrática esta escogencia? Juzgue usted, distinguido lector.

Formalmente, el ciudadano que cumpla los requisitos legales puede ser candidato a diputado o alcalde. Sin embargo, es harto conocido que, por el excesivo costo de la campaña, solo puede postularse como candidato quien puede financiarla holgadamente. ¿Es esto democrático? Juzgue usted, estimado lector.

Con el caso conocido como “Pandora” nos enteramos de que ciertos candidatos, a quienes el gobierno de turno favorece, tienen acceso a cantidades millonarias de los fondos públicos para financiar sus campañas, con la garantía, después de la decisión judicial del caso de marras, de que la justicia no los alcanzará porque esa decisión se traduce en una autorización para que los políticos puedan financiar impunemente sus campañas con fondos públicos destinados a otros fines. ¿Esto es justo y democrático? Juzgue usted, acucioso lector.

El Congreso Nacional emitió leyes para proteger a los diputados que recibieron recursos del “fondo social departamental”, u otros fondos, para financiar proyectos sociales de sus electores, y se apropiaron de ellos, para, entre otros fines, financiar sus propias campañas electorales. ¿Esto es propio de la democracia? Juzgue usted respetado lector.

El partido con más recursos decide los resultados de las elecciones porque puede disponer de más representantes a las mesas electorales comprando las credenciales de aquellos partidos que no pueden cubrir las mesas en todo el territorio nacional. Apropiándose de las mesas, deciden, porque tienen la mayoría, quien es el presidente, los diputados y los alcaldes. ¿Es democracia esto? Juzgue usted, apreciado lector.

Los órganos electorales y aquellos estrechamente ligados al proceso electoral (RNP y Unidad de Política Limpia) están integrados por representantes de los partidos políticos, siguiendo la costumbre de integrar órganos colegiados (Corte Suprema y TSC, por ejemplo), de la que surge el novedoso principio de Derecho Público -cuya patente es exclusivamente hondureña- de que “se tiene derecho” a integrar esos órganos, lo que nos revela que el proceso electoral está en manos de los partidos políticos. Pero no de todos, sino de aquellos que pueden hacer efectivo aquel supuesto derecho, negándolo a los demás. ¿Es democrática esta institucionalidad electoral? Juzgue usted, querido lector.

El Congreso Nacional tiene 128 diputados de los cuales, según estudios serios, muy pocos son los que intervienen en la asamblea y trabajan activamente en las comisiones a las que se integran. En otras palabras, son muy pocos aquellos diputados que asumen su papel de “representantes del pueblo”. ¿Es sano para la democracia tener tantos diputados que no están a la altura de su alta investidura? ¿Es tiempo ya de una reducción en el número de diputados? Juzgue usted, crítico lector.

El proceso electoral, luego de un extraordinario gasto presupuestario, culmina con la integración de los órganos supremos del Estado, entre los que se destaca, por su indiscutible importancia, el Congreso Nacional, encarnación de la democracia parlamentaria. Sin embargo, no son los diputados los que controlan el Congreso; lo controla el presidente de la junta directiva, escogido en verdaderas “misas negras”, no en elecciones. Él lo decide todo: qué proyectos se discuten y cuándo; concede arbitrariamente la palabra, interrumpe al orador cuando se le antoja y cierra antojadizamente la sesión; dispone del presupuesto discrecionalmente; nombra el personal, incluido el de las bancadas, y también decide cuántos diputados integran permanentemente las bancadas; en fin, es el gran dictador en el corazón de nuestra democracia, el Congreso Nacional. Por lo que la entrega, por parte de la oposición, de la presidencia del Congreso, en el gobierno anterior, pese a que eran mayoría, a la minoría que aún la retiene, no tiene
explicación racional alguna, que no sea la de negociaciones innombrables. ¿Es esto democracia? Juzgue usted, dinámico lector.

Lo descrito es “la democracia al estilo hondureño”, en la que hemos vivido durante 38 años. En otras palabras, hemos fingido vivir en democracia. ¿No es tiempo ya de transformar a Honduras en una verdadera democracia? Reflexione, respetado lector, y si está de acuerdo, digamos juntos: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?