Prohibiciones de los talibanes a las mujeres y niñas de Afganistán

OM/17 de August de 2021/10:04 a. m.

 

Por: Iris Amador/Pedacitos de vida

Los talibanes dominaron Afganistán desde 1996 hasta el 2001. Fueron notorios por su misoginia y violencia. Instauraron leyes para invalidar a las mujeres, para restringir su autonomía y truncar no solo su movilidad, sino también su progreso. Todo indica que lo volverán a hacer. En los mercados de Kabul, las vestimentas para cubrirse subieron de precio y los carteles con rostros de mujeres comenzaron a ser rotos y cubiertos con pintura blanca.

 

Pueden perder todos los derechos adquiridos en las últimas décadas. En las redes sociales circula que sus pretensiones son decretar reglas para que ellas no se atrevan “a dejar en ridículo a un hombre”, entre otras. El tratamiento pasado proyecta cómo puede ser el futuro. Así trataron a las mujeres y niñas afganas en ese período:

 

  • Les prohibieron salir de sus casas sin un chaperón masculino con quien tuvieran un lazo consanguíneo.
  • No podían estar en contacto con ningún hombre que no fuera pariente, cónyuge o “mahram” (hombre con quien fuera ilegal casarse, como un cuñado o el abuelo del esposo por ejemplo).
  • No podían salir sin estar cubiertas de pies a cabeza con un burka, porque para ellos la cara de una mujer “es una fuente de corrupción para los hombres”.
  • No podían ser vistas. Tenían que pintar las ventanas para que nadie pudiera verlas desde afuera.
  • No podían estudiar después de los ocho años. Y antes de cumplirlos, solo podían estudiar su libro religioso, el Corán.
  • Si se enfermaban, no podían ser atendidas por médicos varones.
  • Se les prohibió trabajar, excepto a las doctoras, a causa de la restricción anterior.
  • Las mujeres no podían utilizar tacones porque el sonido podía excitar sexualmente a los hombres.
  • No podían hablar fuerte en espacios públicos, porque ningún extraño tenía que escuchar sus voces. Les era prohibido cantar y escuchar música.
  • Se les prohibió salir a los balcones de sus apartamentos o casas.
  • Si una mujer no tenía familiares que la acompañaran, básicamente estaba  bajo arresto domiciliario.
  • Si una mujer salía sola, ante la necesidad que suponía una emergencia, era golpeada severamente. Una madre, con un niño con fiebre, fue baleada por un talibán cuando salió sola a buscar ayuda con su hijo en brazos.
  • Aún con acompañante, les era prohibido andar en bicicleta o en moto.
  • No podían abordar un taxi sin un “mahram”.
  • No podían subirse a un bus en el que viajaran hombres.
  • Ningún lugar o calle podía contener la palabra “mujer” en su nombre.
  • No podían ser retratadas o grabadas. Fotos de ellas no podían salir en los periódicos, libros o mostrarse en tiendas, ni en casas particulares. Como si no existieran.
  • Definitivamente no podían salir en radio o televisión, ni participar en eventos públicos de ningún tipo.
  • No podían ir al salón de belleza. Los cerraron.
  • El uso de maquillaje y esmalte de uñas era prohibido. (Y castigado hasta cercenándoles los dedos).
  • Les prohibieron asistir a los baños comunitarios de mujeres, en donde podían suplir sus necesidades higiénicas (especialmente si no contaban con agua potable), porque no querían que socializaran entre ellas.
  • También se les prohibió lavar ropa en los ríos.
  • Se les prohibió reírse, lo cual en realidad cumplieron sin dificultad, en vista de tantas restricciones y castigos. Casi todas desarrollaron depresión y experimentaron un declive en su bienestar, con sobrada razón.
  • No podían practicar ningún deporte. Ni podían ser espectadoras siquiera.
  • Ellas sí eran un espectáculo, pues al momento de castigarlas, lo hacían frecuentemente en público, con la intención de disuadir a otras de romper cualquiera de las brutales reglas. Sufrieron golpizas, latigazos, abusos sexuales y algunas fueron maltratadas hasta provocarles la muerte. Las lapidaciones eran los días viernes, en los estadios.

Cuando talibanes armados empezaron a tomarse poblaciones en julio, exigieron saber los nombres de las niñas y las mujeres, así como sus edades, para repartirlas en un futuro cercano entre sus soldados. Su ideología les permite considerarlas botín de guerra, lo cual, para la sorpresa de algunos, es una práctica que también se encuentra en las escrituras cristianas en donde las instrucciones para soldados incluían el quedarse con niñas vírgenes.

Con mucha presciencia la escritora y activista francesa Simone de Beauvoir escribió que no debíamos olvidar jamás “que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos; deben permanecer vigilantes toda su vida”.

Desde Herat, la tercera ciudad más grande de Afganistán, un grupo de 12 mujeres escribieron una carta al mundo. Una de ellas, de 30 años y profesora en un instituto, bajo el seudónimo de Fátima, dice, “temo que la historia vuelva a repetirse”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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