El terremoto de Lisboa

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27 de abril de 2020
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12:04 am
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El terremoto de Lisboa

Por: Otto Martín Wolf

Nueve y treinta de la mañana, 1 de noviembre de 1755, Lisboa, Portugal.

Uno de los países más católicos del mundo se encontraba en medio de las celebraciones del Día de Todos los Santos.

Las iglesias estaban a reventar cuando de repente -según relató uno de los sobrevivientes-, “primero oímos un estruendo que llegó a ser tan fuerte como un disparo de cañón, luego sentimos el primer temblor”.

Las iglesias, abarrotadas de fi eles, se convirtieron en trampas mortales cuando techos y paredes cayeron sobre las cabezas de mujeres, niños y hombres.

Algunos, que estaban fuera de las iglesias, contemplaron asombrados cómo el mar se retiraba. Media hora más tarde, una montaña de agua de más de doce metros de altura entró en el puerto y avanzó sobre la ciudad, llevándose miles de personas -sobrevivientes de los derrumbes de las iglesias- que murieron ahogadas o arrastradas por la corriente entre despojos de madera y casas convertidas en basura instantáneamente.

Mientras eso ocurría y por culpa de las velas encendidas en casas y templos no afectados, se produjeron incendios por todas partes.

Lo que no había sido destruido por el terremoto o el tsunami, fue pasto del fuego.

Tres cuartas partes de la ciudad quedaron destruidas. Se calcula que las víctimas fueron entre 50 y 60 mil, de una población de 250 mil habitantes. Aproximadamente un 25 por ciento murió.

Un extraño comentario de mucha gente (por la época, 1755) fue por qué razón burdeles y cantinas resistieron las tres calamidades (derrumbe, agua y fuego) y quienes se encontraban en esos lugares -de pecado- al momento del desastre sobrevivieron casi en su totalidad.

Los borrachos trasnochadores ni se dieron cuenta de lo que ocurría.

Era el Día de Todos los Santos, una de las más grandes festividades religiosas, murieron los creyentes y se salvaron los supuestos pecadores!

Ese día, a raíz de algo tan incomprensible, muchos pensadores, entre ellos Voltaire, se hicieron duras preguntas: “Dios tan omnipotente, sabio y bueno, cómo es posible que permita que haya terremotos, con la consiguiente muerte de personas y destrucción de bienes materiales, indispensables para vivir?”.

Hasta el presente no tienen respuesta, ninguna respuesta es válida, como tampoco la hay para la actual peste que azota todos los países del mundo, sin importar su religión o los diferentes dioses.

Las plegarias del Islam servirán aquí? Los de los cristianos locales servirán en Irán? Lo que rezan en India serán buenos para los budistas, servirá a los que no creen en Shiva y su montón de dioses?

Servirán para algo las oraciones?

Habrá alguien escuchando?

Si no hubo respuestas para lo de Lisboa, no hay que esperarlas ahora, defi nitivamente no hay nadie escuchando.

Todo mundo es libre de rezar a quien desee, así como de no hacerlo, pero hay que estar consciente de que ninguna fuerza sobrenatural vendrá a salvarnos, ningún dios lo hará; solo la ciencia, nosotros mismos, los hombres, podemos buscar y encontrar una respuesta y, quizá, una vacuna, una solución que salve nuestras vidas y a la misma especie humana.

ottomartinwolf.com
[email protected]

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