ENCUENTRO CON LA GRAMÁTICA DE BELLO

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18 de abril de 2021
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12:51 am
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ENCUENTRO CON LA GRAMÁTICA DE BELLO

J. Enrique Cardona Chapas

Un amigo me regaló un lote de viejos libros, entre los cuales encontré una edición en regular estado de la “Gramática de la Lengua Castellana” de Andrés Bello, publicada en abril de 1945, por la Editorial Sopena Argentina y actualizada por Rufino J. Cuervo y también anotada por el famoso político e intelectual español Niceto Alcalá-Zamora y Torres. La primera edición de esta Gramática es de 1847 y fue realizada en Chile.

Andrés Bello como se sabe, tiene una obra inmensa que abarca varios aspectos del conocimiento humano como la filología, la filosofía, la política, el derecho, la literatura en el campo de la poesía y los estudios críticos. Definido como un humanista liberal, en todo su quehacer intelectual se refleja el afán por dar a conocer a Hispanoamérica, tal y como era en su momento y lo que se podía esperar de la misma en relación a su tiempo. Y como sucedió siempre con estos hombres de ideas avanzadas de la época post-independendista, no lograron que sus países descollaran en ese periodo histórico.

Producto de este ideal concibe la “Gramática de la Lengua Castellana”, con el objetivo de evitar la dispersión lingüística y unificar las reglas del idioma para las nuevas naciones. Sin embargo, no significaría una especie de Gramática Hispanoamericana, o una rebelión en contra de la Gramática Oficial de aquellos años, sino a contribuir a mantener la autoridad del idioma. Reflejo de esto fue mantener en su Gramática la expresión “Castellana” para referirse al idioma nuestro, en cuyo fondo, había una polémica velada sobre el término “español” que generaba cierta inquina; aunque décadas después, se oficializó la expresión “lengua española” para referirse al idioma.

Según Niceto Alcalá-Zamora y Torres, es por este respeto a la lengua madre que Andrés Bello sentía como propios los clásicos españoles (como lo sentimos nosotros), sin generar ninguna polémica, ni establecer una jerarquía en el uso de estos autores. De ahí que el prólogo del propio Bello a su libro sea tan sustancioso y solo contenga reproches al habla de los españoles, que bien pueden suscribirse ahora, cuando decía que aquellos hacían desaparecer vocablos castellanizantes que en América se conservaban con vigor. O cuando insinuaba el peligro que los hablantes ante su falta de rigor verbal, destruyeran el español.

Es también iluminador este prólogo por varios motivos que son actuales como la idea de que son los hablantes quienes definen la gramática, sin perjuicio que el experto haga las correcciones y a esta la define como el “arte de hablar correctamente y esto es conforme al buen uso, que es el de la gente educada”. Cualidad hoy caída en demérito, porque la sociedad no valora el uso correcto del idioma, y que, en consonancia con Bello, nos ayuda a expresar lo que sabemos, pensamos o sentimos y entendemos de viva voz o por escrito. Así habremos de interpretar lo que hacemos diariamente como los testamentos, los libros, la correspondencia y todo aquello importante en la vida social. El buen hablar es por lo tanto una convivencia civilizada.

Su actividad decía este escritor no era innovar sino restaurar el idioma. Las Academias de la Lengua tienen esa misión, como la hondureña, a pesar de que algunos cultivadores de la palabra, dicen no saber cuál es su misión. No saberlo, es parte de esa carencia verbal.

Por consiguiente, la Gramática de Bello nos sirve para recordar la seriedad con que nuestros predecesores han trabajado sobre nuestro idioma y nos ayuda a entender, la misión actual y a darle la importancia debida y sobre todo, a tratar de releer este libro pionero.

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