MUJERES EMPRENDEDORAS

ZV
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9 de mayo de 2021
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12:39 am
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MUJERES EMPRENDEDORAS

DE acuerdo con las cifras estadísticas un alto porcentaje de las mujeres hondureñas son jefas de hogar. Esto significa que las madres y las abuelas han sido, y siguen siendo, las principales aportantes de los ingresos familiares de la pobrería y de la clase media baja. La explicación conecta con causas multifactoriales. A mediados del siglo diecinueve y durante las tres primeras décadas del veinte, abundaron en Honduras las escaramuzas sangrientas y hasta las guerras civiles, que arrastraron a los hombres, muchas veces contra sus propias voluntades, a participar en las montoneras fratricidas bajo cualquier banderilla y consigna, con la promesa que se les pagarían los sueldos necesarios. Desde luego que los regueros de cadáveres, sus mujeres y sus huérfanos, no recibieron ninguna recompensa. De ahí el surgimiento de las matriarcas decimonónicas que debieron recurrir a todos los medios posibles para sobrevivir con sus hijos y sus nietos.

Con el aparecimiento de los primeros enclaves bananeros en la costa norte del país, muchos campesinos del interior emigraron para trabajar de chapeadores, cortadores de gajos de bananos y en otros oficios. Aun cuando viajaron durante largas e intensas jornadas (el transporte era difícil) con la promesa de enviar dinero, de retornar a sus hogares o de llevar a sus familiares, muchos nunca regresaron. Una de las nuevas costumbres adquiridas, era la de reunirse el día de pago a beber alcohol, a jugar las cartas y a quitarse la vida unos con otros, con pistolas y machetes. Varios obreros agrícolas, o campeños, “se extraviaron” en medio de la selva; o se ahogaron en los ríos; y nunca más se supo nada de ellos. De tal suerte que el matriarcado “sui generis” continuó creciendo en los caseríos, pueblos y municipios del interior. Incluyendo Tegucigalpa y Comayagüela.

A los dos datos anteriores, con fuerte sustentación histórico-económica, se ha venido a sumar en Honduras, en los últimos veinte o quince años, la violencia desmesurada de maras y pandillas, que con sus acciones criminales dejan devastados a los hogares. Las viudas y mujeres abandonadas incursionan en el mundo de los micronegocios, conocidos bajo el nombre de “sector informal de la economía”. Y en México como “economías de lo minúsculo”.

Resulta que un alto porcentaje de los integrantes del sector informal de la economía, son mujeres y niños abandonados. Todos hacen y venden tortillas, charamuscas, artesanías, totopostes, alcitrones, montucas, “atol chuco”, sandías pedaceadas, bolsitas con agua, elotes cocidos, yuca con chicharrón, tajaditas de plátanos, mango verde con chile, aguacates, etc. Las mujeres más afortunadas logran instalar una venta de pollos fritos, una pulpería y algún restaurante minúsculo para vender café con pan, burritas y almuerzos.

No deja de ser una lástima que las buenas intenciones con que se concibió originalmente el “bono diez mil”, haya quedado reducido a eso. Es decir, a un simple bono ocasional sin ton ni son. El mencionado bono debió convertirse en un capital semilla de los nuevos “micronegociantes” de ambos sexos. Las jefas de hogar podrían haber instalado, gradualmente, talleres de costura y pequeñas fábricas de tortillas. O bien organizarse en cooperativas para cultivar tilapias o fabricar artesanías en masa. Y es que parece que nunca hemos terminado de comprender que detrás de cualquier proyecto, por bonito que parezca, debe existir un respaldo financiero en dirección a lo productivo.

En todo caso, y sea como fuere, la economía nacional, en un fuerte porcentaje, descansa sobre las espaldas de estas mujeres emprendedoras que sostienen con grandes limitaciones a sus hijos, hermanos y sobrinos, incluyendo a veces a sus abuelos. Estas matriarcas hondureñas merecen nuestro respeto y el más sincero homenaje en el día de las madres hondureñas. Tal como lo hemos expresado en otras ocasiones, ellas son heroínas que construyen directa e indirectamente el futuro de la nación.

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