La misión de las Fuerzas Armadas

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19 de julio de 2021
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12:03 am
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La misión de las Fuerzas Armadas

Por: Edmundo Orellana

La reciente intervención en un acto público del más alto jerarca de las Fuerzas Armadas provocó reacciones por el tono amenazante de sus palabras, que parecieron dirigidas contra quienes defienden la soberanía y el territorio ante la perversa pretensión del gobierno de cederlos a empresas extranjeras.

Mientras no se aclare oficialmente el ambiguo mensaje del alto uniformado, en el ambiente prevalecerá esa impresión. Lo que causa preocupación entre la población que entiende que la misión de las Fuerzas Armadas es, justamente, defender la soberanía y el territorio.

Oponerse al gobierno en su antihondureña pretensión de promover las ZEDE a costa de soberanía y territorio nacional, es deber de todo hondureño, no solo porque lo ordena la Constitución, sino porque Honduras, indivisible en sus atributos, es nuestra, nos pertenece a todos, por lo que solo nosotros, y nadie más que los hondureños, somos los que decidimos, desde nuestras diferentes perspectivas, nuestro destino común. Las ZEDE amenazan la unidad de la nación y, por ende, nuestra identidad nacional.

Ceder soberanía y territorio para que extranjeros cumplan con sus sueños de generar riqueza sin someterse a incómodas restricciones estatales y crear refugios seguros, como si fuesen estados soberanos, para sus socios y ejecutivos, desplazando a la población local, a la que previamente despojarán de sus bienes, no es otra cosa que traición a la patria.

Esa es la razón de ser de las Fuerzas Armadas, porque la Constitución expresamente le manda “defender la integridad territorial y la soberanía de la República”, además, de “mantener la paz, el imperio de la Constitución, los principios del libre sufragio y la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República”.

Su carácter de institución profesional, apolítica, obediente y no deliberante garantiza que cumpla su misión sin distorsiones, sin extraviar el camino o cuestionar su cometido, porque no debería estar distraída por los debates políticos nacionales, que son exclusivos de los civiles, sino concentrada en los asuntos que conciernen a la seguridad de nuestro sistema constitucional y a la integridad de nuestro territorio.

Esa misión no es la que más percibe la población, empero. Desde que a las FFAA se le atribuyeron funciones distintas de esa misión esencial, que deben cumplir directamente, destinando recursos humanos, materiales, financieros y demás, en perjuicio de aquella, la población está bajo la impresión de que las FFAA, en lugar de fortalecerse, se ha debilitado, no porque sea menos letal sino porque, sus acciones, en lugar de concentrarse en su misión, se dispersan en varias misiones que la exponen al escrutinio público.

La tendencia del gobierno a disponer de las FFAA como si fuese una dependencia administrativa, asignándole funciones que van desde proteger el bosque, participar en la producción agrícola y, directa y cotidianamente, en el mantenimiento del orden público, la aleja de su misión fundamental y la inserta en un régimen muy diferente del propiamente castrense, por lo que, ahora, es muy común encontrarnos a uniformados en situaciones propias de los civiles.

Esta familiaridad con las misiones de orden civil genera en la población la percepción de que las FFAA es una unidad gubernamental más, e interprete los mensajes de los altos jerarcas militares, como el que nos ocupa, en clave política, sin considerar los límites impuestos en la Constitución sobre el profesionalismo, la obediencia, la apoliticidad y la no beligerancia. Y ese mensaje en particular se interpreta como en defensa del gobierno. De ese gobierno que tan negligentemente ha manejado la pandemia, provocando muerte y dolor en la familia hondureña, pero que tan diligentemente cede soberanía y territorio a extranjeros, atentando contra la integridad de Honduras, en cuya defensa se moviliza el pueblo hondureño; ese pueblo que, en su condición de soberano, creó las FFAA con la finalidad esencial de defender la soberanía y el territorio nacional.

Hay lealtades más elevadas que las que se deben a la superioridad. Son aquellas que se profesan a los valores y principios del sistema republicano, democrático y representativo, al que nos adherimos desde nuestra independencia, que hasta el último momento de su vida defendió el héroe centroamericano, Francisco Morazán, y que muy elocuentemente expresara un general gringo, al que son muy adictos los nuestros, enfrentando el autoritarismo de Trump: “No hacemos un juramento a un individuo… hicimos un juramento a la Constitución”, y añadió que cada miembro del servicio “protegerá y defenderá ese documento sin importar el precio personal”. La palabra de orden es, y siempre ha sido, la defensa de la patria, no la defensa del gobierno. Para reivindicar el honor de la patria movilicémonos y digamos todos con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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