¿COMO LÁZARO?

ZV/23 de June de 2022/12:42 a. m.

EN editorial anterior alertamos del temor que la economía estadounidense caiga en esa tóxica bipolaridad que, en la jerga de los economistas, se conoce como estanflación. Una alta inflación combinada con una oferta baja de empleos que a la vez empuja a los mercados a un abismo recesivo. El Sisimite, citando a los griegos decía que es como los marineros arrinconados entre dos monstruos –“Escila y Caribdis”– que vivían a cada lado del ajustado estrecho de Mesina que separa a Grecia de Italia. Tal es la urgencia –ahora con las elecciones de medio término encima y el malogrado estado anímico de los consumidores– que POTUS acaba de pedir al Congreso suspensión temporal de los impuestos de las gasolinas y el diésel, en un “intento de rebajar los altos precios de los carburantes que alcanzan un récord histórico”.

La vaina es que cuando las potencias estornudan a estos pintorescos paisajes acabados les pega pulmonía. Aquí la gasolina, con el último incremento cuesta 142.76 lempiras el galón. Eso impacta en las tarifas del transporte y de la energía, entre otras. En el zonal Belén –atribuible al desabastecimiento– la carga de frijol subió 200 lempiras y la de maíz 40 lempiras. Ya días alertamos que las empresas hondureñas –ya bastante lastimadas por los efectos de las crisis– ahora sufren otro porrazo. Se quejan no solo del excesivo incremento de precios sino del recorte en la entrega de los insumos y materias primas de proveedores del exterior, que ocupan para la elaboración de los artículos que surten el mercado nacional. Un 50% de abastecimiento al mercado hondureño es de bienes importados. Y si a ello le suman el encarecimiento del dinero para financiar sus operaciones, debido al alza en las tasas de interés, no hay milagro posible que –como Lázaro– haga que se levanten y caminen. ¿Cómo y cuándo, entonces, va a generarse el empleo necesario para detener los masivos éxodos migratorios? Si no han podido los empresarios –turulatos como están y además, tratados por el fanatismo como si fuesen enemigos– volver a contratar los miles que se fueron a la calle durante lo álgido de la pandemia, ¿cómo esperan que vayan a dar trabajos al creciente ejército de desocupados? Aquí andan los del FMI, sus tías las zanatas y las aves agoreras, en misión exploratoria. Sin duda que con las recetas acostumbradas. Como lo que les interesa arreglar –que además nunca se arregla– son los desequilibrios fiscales y no el bienestar general, son medidas de contracción a la economía lo que exigen aplicar (que se mueran los pobres y los afligidos y desaparezca la clase media) dizque para reducir el consumo y controlar la inflación.

Si bien esa es teoría económica de los textos convencionales, aquí no hay tal consumo excesivo, digamos, como en los países ricos. Aquí la demanda es de subsistencia. Por eso la gente se va. (Si bien hay derroche y despilfarro de cosas primarias como la energía y los carburantes, ello es por malos hábitos de consumo y la nula campaña educativa para cambiarlos que concientice a la sociedad). El mayor desequilibrio no es el fiscal, sino que el país no produce lo suficiente. Es un problema de oferta y de desabastecimiento. Por eso se depende tanto de importaciones y regalías. Y sin actividad productiva, con empresas empantanadas, no hay trabajos. Esa es la mayor tortura humana. No dar oportunidad al hondureño a que en su tierra se gane la vida. Ello debiese merecer más atención que los distractores políticos. ¿O creen que las odiosidades rociadas por las redes sociales compensan la falta de preocupación a lo prioritario y a lo esencial? Lo que ocupa hacerse es dar vuelta de calcetín a este modelo disfuncional –con el cual nunca va a superarse el círculo vicioso del atraso– sustituyéndolo por uno que genere riqueza. De estímulo a la economía, de incentivo a la iniciativa privada y seguridad a la inversión. En otras palabras, lo contrario de esas medidas fondomonetaristas de corregir desequilibrios asfixiando la demanda en vez de estimular la oferta. (¿Disfrutar del modelo equivocado –se pregunta el Sisimite– a falta del indicado?).