ALBORADA DE LA CONSTITUCIÓN

ZV
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25 de abril de 2020
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12:28 am
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ALBORADA DE LA CONSTITUCIÓN

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

NO todo es coronavirus. Hace 40 años, en este mes de abril, el pueblo hondureño fue convocado a las urnas para elegir representantes a una Asamblea Nacional Constituyente, y redactar la Constitución de la República vigente. Nosotros integramos esa asamblea, con el alto honor de integrar la comisión coordinadora que proponía al pleno el texto de los artículos constitucionales que se sometían a discusión. Del libro Los “IDUS DE MARZO” tomamos otro capítulo que narra episodios relevantes en la alborada de esta última etapa democrática: “UN ALBUR”. Se trataba de un experimento en medio de un torbellino de enfrentamientos armados entre hidrófobas fuerzas irreconciliables que se disputaban el poder político, bañando de sangre la tierra –estéril de libertades– en los países vecinos. La región centroamericana atrapada en un rincón. Honduras en el epicentro de la virulenta tempestad albergando a unos 350 mil refugiados a lo largo de sus tres cordones fronterizos. ¿Qué tanta seguridad había que fuese a funcionar? Es decir, se planteaba el salto a lo desconocido. El intrépido salto al vacío o a alguna forma de democracia.

O para ser exactos, alguna apariencia de gobierno popular, mediando una amplia participación ciudadana. Honduras era el tubo de ensayo donde probar. No solo porque las contradicciones internas no se habían radicalizado como en la vecindad, sino porque el aguante de la gente –tibiamente resignada– disgustada por el manoseo de la cosa pública al antojo, ya denotaba síntomas de impaciencia, a ratos, rozando con el rechazo. Era hora de ejercer el palanqueo sobre los jerarcas militares del alto mando. Por esas retahílas del destino, el texto de la última proclama incluía la promesa de la consulta popular. Solo era asunto de seguir martillando para que aquello ocurriese rápido y como concesión voluntaria de los uniformados. Era un albur. La gente cargaba sobre sus molidas espaldas el peso de varias etapas de sucesiones militares. Honduras –como solían decir los inspirados oradores en el gobierno de la Segunda República– se había convertido “en árido desierto sobre cuya calcinada superficie no florecía ni el más ligero brote de constitucionalidad”. Ni los mismos norteamericanos que presionaban la marcha del proceso –bajo su nueva política exterior arremolinada a la causa de los derechos humanos– tenían mucha fe que cuajara el experimento. En un inicio no se percibía mayor interés de la ciudadanía en procurar su tarjeta electoral, posiblemente debido a la falta de costumbre o bien consecuencia de la desconfianza generalizada que habría cumplimiento de la palabra empeñada. Esa duda –si augurábamos una elección concurrida o una con altos índices de abstención– ronroneaba seguido en las amenas pláticas con la embajadora Mary Lucy Jaramillo. (El año pasado, tenía 91 años de edad, supimos del sensible fallecimiento de la recordada embajadora de los Estados Unidos). Solo digerible la incierta perspectiva, por los almuerzos de filete de pescado empanizado, y como entrada la ensalada de aguacate y camarones, al rumor del ambiente bilbaíno de los patios acogedores del Chico Club.

Pero ¿adivinen qué? Llegada la hora de las verdades la votación resultó muy superior a lo anticipado. Con mayoría, pero no absoluta, de los liberales sobre su histórico contrincante que, sin o con razón, aunque razones había, su dirigencia sufrió el voto de castigo asociado a la asfixia constitucional durante la dilatada gestión castrense. Uno de los partidos recién formados ganó suficientes diputados para ser el fiel de la balanza. A su líder el ala política minoritaria le ofreció presidir la Constituyente. En un gesto de inesperada ética política, agradeció el honor, aleccionando a los oferentes que las elecciones las ganaron los liberales y es a ellos, por derecho, que les toca el privilegio de escoger a quién ponen en la presidencia de la Asamblea Nacional Constituyente. Con esos retoques de pulcritud a las patrañas acostumbradas inició sus sesiones la Asamblea. La presidencia integró una comisión coordinadora con diputados de las tres fuerzas políticas representadas, a la que encargó la revisión de los distintos proyectos recibidos, bajo la tarea obligada de alcanzar consensos políticos previos sobre el texto de los artículos que entrarían a discusión y aprobación del pleno. Honduras daba un ejemplo de cívica madurez política. Como espejo para que otros vieran la democracia como ruta de solución a sus conflictos.

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