Una vida… de lujos

ZV/8 de January de 2020/12:08 a. m.

Por: José María Leiva Leiva

A diferencia de los “eruditos” de siempre, que se rebanan los sesos por descifrar los misterios que entraña el devenir político, social y económico del país en los prolegómenos de cada año nuevo, o de aquellos que simplemente recitan la cantaleta, sentida o no, de desear unas felices fiestas y prosperidad, quisiera acercarme al corazón de cada quien para desearles, tal como me lo compartiera un correo de autoría anónima, una vida llena de lujos.

¿Qué lujos? “El lujo de vivir sin prisa, el lujo de preparar y disfrutar tus alimentos con calma. El lujo de dormir lo suficiente y de tener tiempo para contemplar la vida. El lujo de gozar de ser tú sin sentir la necesidad de impresionar a nadie. El lujo de seguir tus ideales. El lujo de hacer las cosas que más disfrutas y vivir de ellas. El lujo de vivir sin tener miedo. El lujo de aceptar lo que venga, adaptándote a cualquier situación. El lujo de no esperar nada, y sobre todo te deseo el lujo más grande de todos, el lujo de ser feliz ahora con o sin lujos… sea cual sea la realidad que te toque vivir”.

Y en esa misma línea de reflexión, otro diría: “No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno, pues ese es un pensamiento mágico, infantil, utópico”. Además, agregaría yo, porque no quiero que te pase como aquél mensaje que pasada la Navidad advierte: “Aviso a toda la población: El simulacro de paz y amor ha finalizado. Ya pueden volver a ser los mismos de siempre”. “Por eso, -señalan otros-, “te deseo, por el contrario, que te animes a mirarte, y que te ames como eres. Que tengas el suficiente amor propio para pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar”.

“Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que si corres del lugar de la queja, podrás cambiar. Que no te permitas los “no puedo” y que reconozcas los “no quiero”. Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que es solo tu verdad, no la del otro. Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer el miedo. Que aprendas a tolerar las “manchas negras” del otro, porque también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo. Que no te condenes por equivocarte; no eres todopoderoso”.

“Te deseo que crezcas, hasta donde y cuando quieras. Y ello incluye, más bondad, más comprensión, más cuidado con las palabras, más lento para juzgar, más respeto por las diferencias. En definitiva que seas una mejor persona”. Por otro lado, inspirado en el escrito anónimo “you’re on time”, te recuerdo que así es la vida: “Alguien se graduó a los 23 años pero esperó 5 años para tener un trabajo. Alguien ya tenía su empresa a los 25, pero murió a los 50, mientras que otro tuvo una empresa a los 50 y vivió hasta los 90. Hay alguien que todavía está soltero y sin embargo otro que estudió la secundaria con él, ya es abuelo”.

“Hay quienes tienen pareja y aman a otra, y hay quienes se aman y no son nada. Todos en este mundo viven de acuerdo a su propio tiempo. Las personas que te rodean pueden parecer ir delante de ti y algunos parecen ir detrás, pero todos están corriendo su propia carrera, en su propio tiempo. No los envidies, no te burles. Están en su vida y tú estás en la tuya. Así que relájate… No has llegado tarde… No has llegado temprano. Estás justo a tiempo”.

Desde luego, mejor momento no podría ser que el presente para considerar la real dimensión de la moraleja que inspira la reflexión del hombre y la piedra. Juzguen ustedes: “El distraído, tropezó con ella. El violento, la utilizó como proyectil. El emprendedor, construyó con ella. El campesino, cansado, la utilizó de asiento. David, la utilizó para derrotar a Goliat. Y Miguel Ángel, le sacó la más bella de las esculturas. En todos los casos, la diferencia no estuvo en la piedra, sino en el hombre… El año que comienza es el mismo para todos, depende de nosotros lo que hagamos con él”.

Y como paciente oncológico que vivo el día a día, mi más caro anhelo es desearte que tengas sañid, ese es tu mayor tesoro. Sin ella, no somos nada. El orgullo, la vanidad, las riquezas y los bienes materiales que tienes, te juro que pierden todo su color y valor… a ti no te sirven de nada, o sí, acaso para ayudarte a sufragar los gastos necesarios para hacerle frente a la enfermedad que te aqueja. Tu agenda de trabajo y forma de vida cambian por completo. Te ves limitado en tu accionar. Peor si estás postrado en una cama. Tu carácter y buen humor -si lo has tenido-, se marchan de paseo, lo mismo que tus francachelas y comilonas, todas pasan al archivo de tu historia personal.

Por eso, vuelvo y te repito: Te deseo un año de salud y larga vida, lo demás viene por añadidura. Te recomiendo la poesía “Desejo Os Votos”, de Sergio Jockymann, publicada en 1980 en el Jornal Folha da Tarde, de Porto Alegre-RS, que circula en internet atribuida a Victor Hugo, a la vez concluyo con la lírica del himno de la liturgia de las horas: “Ver llorar a la alegría, ver tan pobre a la riqueza, ver tan baja a la grandeza y ver que Dios lo quería. ¡Gran merced fue en aquel día la que el hombre recibió! ¡Quien lo viera y fuera yo!”.